La frívola existencia del vanidoso multimillonario Tony Stark se complica cuando una parte del gobierno, la prensa y la opinión pública de Estados Unidos exigen control sobre la sofisticada armadura que le convierte en el superhéroe Iron Man. Según ellos, esa tecnología debería estar a disposición del ejército. En pleno debate, irrumpe en escena un hiperviolento ingeniero ruso, que emplea una armadura similar a la de Stark y le persigue a muerte por oscuros motivos.
En esta segunda aventura fílmica del héroe de la Marvel -creado en 1963 por Stan Lee, Jack Kirby y Don Heck-, el actor y director neoyorquino Jon Favreau (interpreta al asistente de Stark) intenta repetir el éxito mundial de la primera entrega de la saga, divertida, gamberrilla y espectacular.
Este afán le lleva a exprimir al máximo la fórmula básica del cómic y a potenciar notablemente su crítica a la paranoia armamentística, mostrada en escenas de acción muy espectaculares. De todas formas, el guión de Justin Theroux es previsible y superficial: sorprende que se le encomiende esa tarea a un actor que solo había escrito un largometraje, Tropic Thunder. La película nunca eleva su condición de carísimo entretenimiento, bien rodado e interpretado, pero que seguramente no pasará a la historia del género.