En el Londres de la II Guerra Mundial, el poeta galés Dylan Thomas, recién casado con Caitlin MacNamara, se reencuentra con una amiga de la adolescencia, la vital y apasionada Vera Phillips. Entre las dos mujeres se establece una compleja relación de amistad, celos y envidias, enrarecida además por el caprichoso y retorcido carácter del poeta.
Sobre el papel, el proyecto de ahondar en la vida y la creación artística de un estimable poeta que, sin embargo, vivió envuelto en la pobreza y el alcoholismo, resultaba interesante. También es sugerente el punto de vista de la película: el retrato de Dylan Thomas se nos cuenta a través de la mirada de dos mujeres rivales que lo aman y a las que el poeta “tortura”. Si además la película cuenta con un buen reparto y un buen diseño de producción, uno tiene la sincera esperanza de ver algo más que digno.
Y en cierto modo es así: el planteamiento es atractivo; el reparto, encabezado por Keira Knightley y Sienna Miller, más aún; la producción es buena y los poemas de Dylan Thomas suenan maravillosamente bien en la pantalla.
Y sin embargo, por culpa de un guión errático (escrito, por cierto, por la madre de Keira Knightley), la historia no convence. La cinta empieza como un melodrama erótico que se convierte en drama bélico, para volver en unos minutos a novelón pasional, luego a película de amistad femenina, después a biopic de artista en crisis… y acabar como thriller jurídico. Estos bandazos, que afectan también al comportamiento de los personajes, terminan por hacer que el espectador no se crea nada de lo que pasa en la pantalla. Y aunque el problema parece de guión y probablemente lo sea, no hay que olvidar que al frente del rodaje está John Maybury, el mismo que dirigió otras dos películas hechas a retazos: El amor es el diablo (sobre la vida de Bacon) y The Jacket, un thriller, protagonizado por la propia Keira Knightley y Adrien Brody, caprichoso e inexplicable. ¿Pura coincidencia? Quizás.
