El consumismo tiene mala fama en la teoría, pero se ha impuesto en la práctica, incluso entre sus críticos. La virtud contraria no es la simple austeridad, sino la sobriedad: ser dueño de uno mismo.
Las posiciones de ambos filósofos coinciden en su crítica a la aceleración desmedida del mundo, por culpa del consumismo, pero difieren en otros aspectos, singularmente en su acercamiento a la religión.
Con el precio del gas por las nubes, cada vez más estudiosos de la materia abogan por una vuelta a la sobriedad, un valor “tradicional” perdido en la actualidad consumista.
Cada vez más sectores de negocio se pasan al modelo de la suscripción en vez de la venta. Existen ventajas para empresas y clientes, pero también riesgos.
Algunas empresas buscan fórmulas para evitar que las suscripciones provoquen un patrón de consumo compulsivo, y su correspondiente huella medioambiental.
Con vistas a evitar el desperdicio de recursos y una mayor contaminación por los desechos electrónicos, la Unión Europea propone instaurar un “derecho a reparar”.
Varias cadenas de tiendas ya ofrecen al cliente la opción de alquilar la ropa, una variante, en teoría, más ecológica que la compra y la acumulación, pero que también tiene sus inconvenientes.
Después de usar o consumir, dejamos a nuestras espaldas una extensa huella de residuos. La basura se acumula, pero también se multiplican las iniciativas para reciclar, reutilizar, prolongar la duración de los artículos, reducir vertidos.
Frente a la práctica de usar y tirar, que genera más desechos, se está promoviendo comprar objetos duraderos, reparar los averiados o aprovechar los usados.
En vez de desechar los alimentos caducados o con desperfectos en el envase, un supermercado de Copenhague los pone en venta, para reducir la acumulación de desperdicios.
Paradójicamente, explica Frank, la generación de la protesta terminó conformando la sociedad consumista, por lo que el inconformismo y la contracultura sucumben también a los valores capitalistas.
Muchos niños temen ser rechazados por el grupo si no visten ciertas marcas o no tienen el último teléfono móvil. Para prevenir este malestar, los padres pueden empezar por predicar con el ejemplo.