Después del sorprendente e inesperado éxito de “La Lego Película”, Emmet y sus amigos de Bricksburg vuelven en una nueva historia que sigue la línea de la anterior, aunque flaquea un poco.
Los hermanos Coen ofrecen aquí un inteligentísimo ejercicio de metacine, una hilarante historia, una sucesión de escenas brillantemente escritas… y, sobre todo, una emotiva carta de amor al séptimo arte.
El hotel descrito en la novela de Stefan Zweig es el escenario de un imaginativo juego, protagonizado por el dueño y un joven botones, y filmado con estética “naïf”.
Un 007 más viejo y nostalgia por los espías de otros tiempos dan un poco de profundidad a la acción típica de la serie, muy espectacular y muy bien rodada esta vez.
La saga concluye con una buena película, claramente mejor que la anterior, en que los recursos técnicos y estéticos ya no sorprenden, pero la historia está contada con gran fuerza.