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Sin tiempo para morir

Sin tiempo para morir

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNViolencia, Sensualidad

ESTRENO01/10/2021

Actualización 28-03-2022:
Oscar a la mejor canción (“No Time to Die”, de Billie Eilish y Finneas O’Connell)

Hay estrenos que más que películas son acontecimientos. Y Sin tiempo para morir es uno de ellos. Estamos hablando de la 25 película de la saga Bond, de la última interpretada por el último agente 007, el actor británico Daniel Craig, que se hizo cargo del famoso espía con Casino Royale, hace 15 años. Y estamos hablando de un título que se ha retrasado no solo por el cierre de salas que forzó la pandemia: su argumento, o parte de lo que cuenta, hacía conveniente no solo que las salas estuvieran abiertas, sino que una gran parte de los espectadores estuvieran vacunados. Y este retraso venía, además, después de un largo lustro desde el último capítulo de la saga, la oscura Spectre.

Pues bien, como señala John Nugent, crítico de The Empire, “levanten sus martinis, porque la espera ha merecido la pena”. La película, que arranca con un James Bond viviendo su jubilación en Jamaica, antes de que otra crucial operación le devuelva al tablero de juego, es una sobresaliente despedida del, llamémosle así, “ciclo Craig”.

Un ciclo interesantísimo desde el punto de vista cinematográfico porque ha conseguido revitalizar una saga moribunda que vagaba como alma en pena tratando de insuflar vida a un personaje de cartón-piedra, a golpe de efectos especiales y gadgets. Martin Campbell (Casino Royale) primero, Sam Mendes después (Skyfall, Spectre) y Cary Fukunaga ahora, han logrado no solo actualizar el personaje –algo absolutamente necesario–, sino poner los mimbres para seguir desarrollando una saga que tiene todos los elementos para que el espectador disfrute de una película de acción.

Y lo han hecho sin recurrir al recurso fácil del lugar común o el lema convencional, sino como se desarrollan las buenas películas: guion, guion y guion. Escritura de personajes, profundizar en su psicología, trabajar los secundarios, desarrollar bien las subtramas (aunque alguna aquí cojea), mantener lo esencial –la aventura, la ironía del personaje de Ian Fleming, la razón de ser del héroe– para después adaptar lo que requiere adaptación. “James Bond ya no puede ser el misógino de los años 60”, sentencia Fukunaga, y conforme a esto la masculinidad del famoso agente ha sufrido un giro de 360 grados, al igual que ha crecido el peso de los personajes femeninos, que se han limitado durante décadas en el “universo Bond” a ser objetos decorativos.

Todo esto sin quitarle a la película ni un gramo de aventura, espectacularidad y acción, porque no hay que olvidar que estamos ante una película de Bond que nunca pretendió ser cine de tesis. Lo dicho: levantemos los martinis y brindemos por la actualización de los clásicos, aunque sean palomiteros. Un género, por cierto, muy necesario para estos tiempos de postpandemia.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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