Como en la obra original de August Strindberg (finales del XIX), el coqueteo de una joven aristócrata con un criado da pie a una ácida crítica a las clases privilegiadas.
Reitman muestra con claridad el problema de la adicción a las redes sociales y a la pornografía en Internet, pero esquiva la respuesta moral que el planteamiento pide.
El enfrentamiento entre un líder comunista irlandés y un párroco en los años treinta sirve a Ken Loach para mostrar una vez más su calidad como director y su rigidez ideológica.
La historia, que arranca como una película romántica de corte independiente, plantea un interesante dilema entre un cientificismo radical y una espiritualidad new age.
Esta película espacial es un espectáculo grandioso, con un complejo relato sobre agujeros negros, viajes en el tiempo y realidades en cuarta y quinta dimensión.