Rayo McQueen se resiste a admitir que ha pasado el tiempo y es hora de ceder el testigo a la nueva generación, pero intenta mostrar su valía en una última carrera.
El hotel descrito en la novela de Stefan Zweig es el escenario de un imaginativo juego, protagonizado por el dueño y un joven botones, y filmado con estética “naïf”.