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Tras ganar por quinta vez consecutiva la Copa Pistón, la estrella de las carreras de coches Rayo McQueen, y su fiel amigo, la oxidada e ingenua grúa Mate, abandonan de nuevo Radiador Springs para competir en Japón, Italia, Francia e Inglaterra en el primer Grand Prix Mundial, organizado por el empresario Sir Miles Axelrod, que está promocionando un biocombustible ecológico denominado Allinol. Pero las ilusiones de los dos amigos se complican cuando Mate se ve involucrado en una peligrosa trama de espionaje internacional.

Ayudado por Brad Lewis como codirector, retorna tras la cámara John Lasseter, cofundador hace 25 años de Pixar y su actual vicepresidente creativo. Lasseter no ejercía como director desde 2006, año en que estrenó Cars, para muchos la película más floja hasta ahora de la factoría de Emeryville, aunque es una de las más populares entre la chiquillería. Su continuación, Cars 2, ahonda en los defectos narrativos y dramáticos de su antecesora, y le quita el puesto en la parte más baja de los largometrajes pixarianos.

Nada cabe objetar a la impresionante animación de Cars 2, enormemente expresiva y muy espectacular en las numerosas secuencias de acción, muchas de ellas con cientos de personajes en escena. Incluso merecen un rotundo aplauso sus antológicos fondos, que recrean con impresionante belleza Tokio, París, Londres y las imaginarias ciudades de Porto Costa y Radiador Springs. Todo ello, presentado en un 3D estereoscópico muy impactante, pero sin excesos, y envuelto en una variadísima banda sonora de Michael Giacchino, completada por varias canciones actuales bastante buenas.

El problema es que todo este despliegue audiovisual tiene un alma muy pequeñita por culpa de un guión demasiado episódico, con un esqueleto frágil y una excesiva acumulación de gags deshilvanados. Ciertamente, se agradece el esfuerzo de John Lasseter por enriquecer la pura competición automovilística con una entretenida subtrama de intriga a lo James Bond, que incluye los mejores momentos del filme. Pero el espectador se dispersa entre tantos personajes, y nunca ríe, llora, se conmueve con ellos, a diferencia de los otros filmes de Pixar, especialmente en la trilogía de Toy Story, Los Increíbles, Ratatouille o Up.

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