Hoy se discute si la evolución es gradual, como sostiene el darwinismo, o procede a saltos bruscos, y si la selección natural es el mecanismo determinante de los cambios.
El nombre de Charles Darwin ha quedado indisolublemente unido a la evolución, de la que fue el primero en aportar pruebas decisivas y una explicación coherente. Desde entonces, el darwinismo ha evolucionado, y en este año del bicentenario de su nacimiento y del 150 aniversario de El origen de las especies, algunos aspectos siguen siendo objeto de debate.
La ciencia se presenta a menudo como la panacea para resolver cualquier limitación y para entender qué es el hombre. Cada vez es más aceptado recurrir a fármacos para potenciar las capacidades de personas de buena salud, y no solo en el dopaje deportivo.
Circula en libros y en Internet una plataforma en defensa de una Tercera Cultura que, en principio, superaría la división entre humanistas y científicos. Pero se trata de un humanismo secular que confía solo en la ciencia para explicar qué somos.
En Occidente se observa una actitud paradójica hacia la ciencia: si se pregunta a la gente, la ciencia es altamente valorada; pero los jóvenes están volviendo las espaldas a los estudios de ciencias.
La escritora y presentadora Brigitte Pellerin reflexiona sobre la forma en que la superficialidad y el poder del dinero se combinan para hacerse con un hijo como otro lujo más.
Una comisión de la Asamblea Nacional francesa estudia, en un informe, las consecuencias que tendría reconocer un derecho a morir y examina el grado real de libertad que hay en las peticiones de eutanasia.
La simplicidad de la solución de la eutanasia relevaría al médico de su responsabilidad de hacer todo lo posible para procurar al paciente el mejor tratamiento.
El deseo de evitar que nazcan niños con discapacidad genética está llevando a una creciente utilización del diagnóstico prenatal, que en caso de ser adverso acaba a menudo en aborto.
Esteban Rodríguez Martín, médico especialista en ginecología y obstetricia, sostiene que detectar y destruir fetos con anomalías se ha convertido en la tónica dominante del diagnóstico prenatal.