Tras la creación de la oveja Dolly, tanto los gobiernos como la opinión pública y gran parte de la comunidad científica se apresuraron a rechazar la clonación reproductiva por "repugnante", "inaceptable desde el punto de vista ético" o, al menos, "innecesaria desde el punto de vista clínico" (ver servicio 34/97). El Consejo de Europa prohibió la clonación de seres humanos en un protocolo adicional al Convenio Europeo sobre Derechos Humanos y Bioética (ver servicios 49/97 y 161/97). Nadie estaba dispuesto a clonar seres humanos, pero el rechazo introdujo un nuevo término en el debate: la llamada clonación con fines terapéuticos.