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Angola: los rebeldes usan el hambre como arma de guerra

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En Angola hay guerra desde hace más de 25 años. En ese tiempo ha habido miles de muertos, 100.000 mutilados y millones de desplazados. Pero hasta ahora, el país no había conocido la amenaza de una hambruna.

La guerra enfrenta al gobierno con el movimiento rebelde UNITA (Unión para la Independencia Total de Angola), al mando del general Jonás Savimbi. Los rebeldes controlan el 70% del país: gran parte de las zonas rurales y de los territorios ricos en diamantes. Pero las principales ciudades siguen en poder del gobierno a pesar de estar sitiadas desde hace años.

Esta larga resistencia ha provocado un cambio de estrategia en los rebeldes. Las ciudades sufrían dificultades de abastecimiento, pero los alimentos iban llegando procedentes del campo y de otros países. Por eso, la UNITA ha empezado a emplear una nueva arma. Consiste en intimidar a los campesinos para que abandonen sus tierras -asesinando a los que se resisten- y huyan a las ciudades para tratar de desestabilizar al gobierno.

Este año, las lluvias habían sido excepcionalmente buenas, pero los rebeldes han impedido recoger las cosechas y las han quemado o saqueado. La población se ha visto obligada a comerse las semillas, de manera que el próximo año no habrá nada que sembrar.

En los últimos seis meses se han desplazado dos millones de personas. Los centros urbanos apenas pueden acoger a más huidos; los campos de refugiados y los servicios sociales están desbordados; tres millones de personas sufren paludismo; la tuberculosis, el cólera y la poliomielitis se extienden; los niños sufren desnutrición; las calles están llenas de vagabundos… La UNITA quiere forzar una rebelión contra el gobierno. Aún no ha habido protestas pero la situación es cada vez más dura: según algunas fuentes, sólo en la ciudad de Malange mueren de hambre cinco personas al día.

En este momento, la única forma de abastecer de alimentos las ciudades es por avión, porque las carreteras están destruidas, vigiladas por la UNITA o sembradas de minas. Según la portavoz del World Food Programme, María Flynn, «las reservas están casi a cero; la guerra ha reducido nuestra capacidad de distribución; el transporte es cada vez más caro y más difícil; los pilotos tienen que llevar los aparatos hasta una gran altura, justo encima de los aeropuertos, y descender en espiral, para evitar las baterías antiaéreas que rodean las ciudades».

El gobierno se niega a dialogar con Savimbi porque nunca ha respetado los acuerdos de paz. Pero, según la opinión del obispo de Malange, Mons. Luis María Pérez de Onraíta, el diálogo es la única solución posible: «Las bombas del hambre -dice- están matando ahora más que las bombas reales; los alimentos llegan cada vez con mayores dificultades, los precios son altísimos y la gente se muere de hambre» (El País, 5-VII-99).

En una reciente visita del cardenal angoleño Alexandre do Nascimento a Nueva York para solicitar ayuda urgente de la ONU, comunicó la disposición de la Iglesia para mediar en el conflicto. Y aunque la iniciativa ha sido acogida favorablemente por la UNITA, el gobierno la rechaza porque no confía en el general rebelde.

Mientras, la UNITA se rearma. En junio de 1998 la ONU prohibió la compra de diamantes procedentes de Angola sin el certificado de origen aprobado por el gobierno. Era la sanción al movimiento rebelde por incumplir las resoluciones de la ONU. Los diamantes son la principal fuente de ingresos de la UNITA, con los que compra armas y municiones en Ucrania y otros países. Pero los rebeldes consiguen que los países vecinos certifiquen la mercancía, que distribuyen a través de Zambia. Una vez superado este escollo, todavía se pueden identificar los diamantes angoleños si están en bruto; pero si, como suele suceder, llegan ya tallados a los mercados, es prácticamente imposible saber la procedencia. Para evitar que la UNITA esquive el embargo, la ONU intenta que los países importadores refuercen los controles, y exijan certificados de origen, en vez de simples certificados de exportación.

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