Liam Neeson da vida a Bill Marks, un amargado y bebedor policía de seguridad en líneas aéreas. En un vuelo Nueva York-Londres, Bill recibe una serie de mensajes de texto ordenándole pedir a las autoridades un rescate de 150 millones de dólares; si no cumple, empezarán a morir pasajeros.

Hace nueve años, Jaume Collet-Serra se dio a conocer con La casa de cera, y hace dos llamó la atención con Sin identidad, que protagonizó Liam Neeson. En cada una de sus películas ha demostrado que le gusta el suspense y que ha estudiado a fondo al maestro Hitchcock. Non-Stop es un caso típico de Agatha Christie; es decir, un espacio cerrado en el que hay un criminal que descubrir y cualquiera puede ser el sospechoso: la amable señora de al lado, la gentil azafata, el nervioso ejecutivo… y después empiezan a aparecer muertos, a nueve mil metros de altura y a novecientos cincuenta kilómetros por hora.

Collet-Serra logra que el reducido espacio disponible parezca más que suficiente para la acción y no produzca claustrofobia, salvo cuando deliberadamente quiere dar esa impresión. El espectador es obligado a participar del caso, a examinar a los pasajeros a la vez que Neeson, y a sospechar de todos, e incluso del propio protagonista; no es pequeño logro.

Ahora bien, el guion tiene más agujeros que un queso Gruyère. Aunque eso tiene poca importancia, porque el espectador solo repara en ellos después, no durante la proyección. Mientras tanto no puede permitirse una distracción: suceden demasiadas cosas y además la estrella de la función, Liam Neeson, es convincente, capaz de cargar con los demonios que amargan a su personaje, y a sus sesenta años, convertirse en un héroe de acción solvente.

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