El debate sobre el tratamiento legal de la prostitución es tan viejo como el oficio. Según los abolicionistas, ese comercio degradante es siempre una esclavitud para la mujer, una plaga que hay que combatir persiguiendo a los proxenetas y hasta a los clientes. Para los partidarios de la reglamentación, la prostitución es un mal inevitable que hay que tolerar, regulando las condiciones de su ejercicio. En Francia, la cuestión es polémica también dentro de las filas feministas, como lo reflejan dos artículos publicados este verano en Le Monde (31 julio 2002) por Gisèle Halimi, abogada y presidenta de "Choisir la cause des femmes", y Elisabeth Badinter, filósofa y escritora.