La violencia doméstica y las estadísticas maltratadas

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¿Obra de una minoría patológica o reflejo de la dominación masculina?
En España hay una creciente sensibilidad social hacia la violencia doméstica, con un gran relieve mediático y político. Pero los modos oportunos de abordar el problema dependen también de su magnitud. Pues no es lo mismo tratarlo como una situación de riesgo para las mujeres en general, debida a la dominación masculina, que como una patología grave pero circunscrita.

Cabría esperar que hubiera datos bien contrastados sobre un fenómeno alarmante que atrae la atención pública desde hace años. Sin embargo, cuando se intenta profundizar un poco se observa que las cifras fiables se mezclan con estimaciones y conjeturas.

Mujeres asesinadas

La manifestación extrema de esta violencia es el número de mujeres asesinadas, que pasó de 33 en 1997 a 52 en 2002 y a 66 en 2003 [ver tabla 1], aunque no siempre coinciden las cifras según fuentes oficiales. Pero hay que tener en cuenta que hasta 2002 se incluía solo a víctimas causadas por el cónyuge y la pareja de hecho, mientras que a partir de ese año incluye también a quienes han muerto a manos de ex cónyuge, compañero sentimental, ex compañero, novio y ex novio. Es decir, se ha ampliado el concepto y las cifras de hoy no son comparables con las anteriores a 2002.

El modo de presentar las cifras (en este como en cualquier otro fenómeno) también influye en la percepción pública. Decir que cada cinco días muere una mujer por violencia doméstica impresiona más que decir que murieron 66 el año pasado.

Además, las muertes por violencia doméstica han adquirido un relieve mediático que, por una parte, contribuye a aumentar la sensibilidad social hacia esta lacra, y por otra le da un peso desproporcionado. En los últimos tiempos, siempre que se produce una muerte por violencia doméstica es noticia de portada en los telediarios con todo tipo de detalles, lo cual a la vez traduce y acentúa la alarma social. Cabe preguntarse cuál sería la alarma ante la siniestralidad laboral, si todos los telediarios incluyeran una noticia sobre las muertes por accidente de trabajo, que se producen a una media de 4,8 por cada día laborable (1.033 víctimas en 2003).

El tópico del machista mediterráneo

Esta creciente alarma puede hacer pensar que la violencia doméstica es excepcionalmente alta en España dentro del contexto europeo. No son fáciles las comparaciones internacionales, pues las estadísticas no se basan siempre en los mismos criterios. De todos modos, un índice bastante homogéneo puede ser el de muertes de mujeres a manos de cónyuge, compañero o ex pareja. En un estudio sobre «Violencia contra la mujer en las relaciones de pareja», que es el único que suele citarse, el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia comparó los datos obtenidos en 13 países europeos respecto al año 2000. En esta clasificación, España no parecía ser un país particularmente violento contra las mujeres, ya que quedaba en noveno lugar con 2,4 asesinatos por cada millón de mujeres mayores de 14 años.

A la luz de este estudio, la idea de que el español es particularmente machista y que el origen de esta violencia radica en la desigualdad entre los sexos, se desdibuja. Entre los países con mayor prevalencia de muertes femeninas por violencia doméstica están algunos nórdicos que siempre han tenido a gala la igualdad entre hombre y mujer, como Finlandia (con una tasa del 8,6), Noruega (6,5), Dinamarca (5,4) o Suecia (4,5). El caso extremo es Rumania (12,6).

Más denuncias por malos tratos

Una tendencia evidente es que las denuncias por malos tratos han ido aumentando. Esto puede querer decir tanto que hay más violencia doméstica como que ahora se denuncia más que antes, o una mezcla de ambas cosas [ver tabla 2].

Por primera vez, el Consejo General del Poder Judicial ha publicado el pasado junio un estudio estadístico sobre la actividad de los juzgados en casos de violencia doméstica en 2003. Este estudio da una cifra más abultada de denuncias (76.267) que la del Ministerio del Interior (unas 59.000). Del estudio del CGPJ se desprenden algunos datos que pueden ser significativos [ver tabla 3]:

– Se retiraron a petición del denunciante el 13,2% de las denuncias.

– Nueve de cada diez presuntas víctimas de la violencia doméstica fueron mujeres. Pero también hay mujeres agresoras: un 12% de las personas enjuiciadas y un 7,8% de las condenadas fueron mujeres. Con lo que hay motivos para preguntarse por qué el proyecto de ley sobre violencia doméstica que ha propuesto el gobierno prevé penas mayores para el varón agresor que para la mujer. El que nueve de cada diez víctimas sean mujeres puede justificar una atención especial en las medidas de protección de la mujer; pero no una discriminación en las penas por idéntica conducta agresora.

– Cuatro de cada diez personas juzgadas son absueltas. En este campo, como en cualquier otro, una denuncia representa la visión de una de las partes; otra cosa es la capacidad de probarla o su adecuación a la realidad. Los jueces decidieron sobreseer 5.016 casos, por no observar falta ni delito.

– La violencia doméstica es proporcionalmente mayor entre la población extranjera, un dato que no se suele destacar pero que es importante para comprender y prevenir este fenómeno.

Entre las víctimas que denunciaron su caso en 2003, hay 1,21 mujeres españolas por cada mil, mientras que hay 6,5 víctimas por cada mil extranjeras empadronadas. También en 2002, según datos del Instituto de la Mujer, casi el 30% de las denuncias que fueron presentadas por mujeres correspondieron a extranjeras. Ciertamente, tan alarmante es que sufra la violencia una española como una ecuatoriana o una marroquí. Pero parece claro que las dificultades de la inmigración -con problemas económicos, laborales, de vivienda…-, así como la menor consideración de la mujer por parte de algunas culturas, crean tensiones familiares y son factores de riesgo de violencia doméstica. Por lo tanto, una labor de prevención exigiría esforzarse en elevar la situación de la mujer inmigrante.

Igualmente, entre los hombres condenados por violencia doméstica, el 15,8% eran extranjeros, porcentaje muy superior al de su representación en la población total.

¿Dos millones de víctimas?

Con frecuencia se dice -no se sabe con qué fundamento- que «como mucho se denuncia el 10% de los casos de violencia doméstica». Así que se ha tratado de valorar mejor el problema mediante encuestas que preguntan directamente a la población femenina.

La más amplia, y que se ha convertido en un punto de referencia, es la encuesta de alcance nacional «Violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico», encargada por el Instituto de la Mujer y publicada en diciembre de 2002. La hizo la empresa Sigma 2 con una muestra de 20.652 entrevistas telefónicas.

Los resultados globales indicaban que el 11,1% de las españolas mayores de 18 años padece malos tratos. Y dado que había 17.062.726 mujeres mayores de 18 años, la cifra de maltratadas se situaba en 1,89 millones. Titulares: «Casi dos millones de españolas son víctimas de la violencia doméstica» (El País, 18-XII-2002). Luego despareció el «casi» en favor del número redondo, y desde entonces se viene repitiendo como cifra canónica y científica la de dos millones de víctimas.

El término «violencia» está tan ligado en nuestra mente a la violencia física que se corre el riesgo de interpretar que 11 de cada cien españolas han sido agredidas físicamente por su cónyuge o pareja. Afortunadamente la encuesta no permite afirmar tal cosa.

La encuesta distingue entre maltrato «declarado» y maltrato «técnico». Las mujeres que se autoclasifican como maltratadas durante el último año componen el maltrato «declarado», y son el 4% de las encuestadas (sin que esto quiera decir que se trata de maltrato físico necesariamente). Este porcentaje aumenta hasta el 11,1% cuando se habla del maltrato «técnico», donde se incluye también a las mujeres que no se consideran maltratadas, pero reconocen sufrir algún tipo de comportamiento que los expertos consideran indicativo de cierto grado de violencia.

¿Cómo se descubre esto? Los encuestadores hacen trece preguntas relacionadas con indicadores de cuatro tipos de violencia: física, sexual, psíquica de control y psíquica de desvalorización [ver cuadro]. Hay malos tratos si la encuestada responde que se ha encontrado «frecuentemente» o «a veces» en al menos una de esas situaciones.

Actos físicos y sentimientos psicológicos

Los indicadores de la encuesta mezclan actos físicos y sentimientos psicológicos dentro de una misma consideración del maltrato. Así, hay maltrato sin lugar a dudas si frecuentemente «cuando [él] se enfada llega a empujar o golpear». Pero basta que la encuestada diga que a veces él «no valora el trabajo que realiza» para que también la incluyan entre las víctimas del maltrato técnico, aunque responda que no a todo lo demás.

¿Es legítimo incluir como signo de maltrato tanto «le insulta o amenaza» como «delante de sus hijos dice cosas para no dejarle en buen lugar»? En ambos casos se causa dolor, pero parece de rigor distinguir entre lo objetivo y lo subjetivo, la violencia y un comentario desagradable, lo habitual y lo esporádico. Cabe preguntarse si, con esos mismos criterios, no pocos hombres se considerarían maltratados por sus mujeres.

Por otra parte, la violencia física queda recogida de forma poco específica, y no queda constancia de la magnitud de las lesiones. El indicador de violencia sexual tampoco deja claro si hay violencia o mera insistencia verbal. Y el maltrato psicológico más extendido es la minusvaloración del trabajo y de la capacidad de la mujer, como estrategia de dominación del varón.

Conjeturas elevadas a datos

Elisabeth Badinter, filósofa francesa, comentaba en declaraciones a L’Express (24-IV-2003) a propósito de una encuesta similar en Francia: «Hay un malentendido que se está imponiendo en Francia y en toda Europa sobre las violencias de las que serían víctimas las mujeres, un malentendido que no es inocente. ¿Es legítimo sumar las violaciones, golpes y heridas y las ‘presiones psicológicas’ como si se tratara de la misma violencia? Cuando toda la prensa repite que el 10% de las francesas son objeto de violencias conyugales, sin más precisión, el público y ciertos periodistas traducen de inmediato: el 10% de las francesas son mujeres golpeadas. Cosa que es falsa. (…) Hay una especie de puja en la explotación de las estadísticas: un 10% de mujeres víctimas significa un 10% de hombres violentos, ¡he aquí el signo de la dominación masculina!»

Esta estudiosa del movimiento feminista resalta la complejidad de las relaciones entre hombres y mujeres frente a estereotipos al uso. Critica «la complacencia en la idea de que el hombre es siempre y en todas partes un tirano, incapaz de evolucionar. Esta generalización es mentirosa y contraproducente. La lucha contra los abusos masculinos sería más eficaz si las feministas se dejaran de fantasmas para estar más cerca de la verdad». «Cierto, añade, hay más mujeres víctimas de los hombres que a la inversa. Pero también hay mujeres agresoras y de pésimo carácter. En uno y otro caso, son minorías que reflejan la patología social y psicológica, y no la verdad de los dos sexos».

Los medios de comunicación necesitan cifras y a menudo piensan que cuanto más se acentúe el problema más se está haciendo por erradicarlo. El fenómeno ha sido bien descrito por Joel Best en el libro Damned Lies and Statistics, sobre el uso y abuso de las estadísticas en los debates sociales: «Como los activistas creen sinceramente que el nuevo problema es grande e importante, y como sospechan que hay un elevado número de casos no denunciados o no contabilizados, su estimación tiende a ser alta, a errar por exageración. (…) Una vez que la cifra ha aparecido en un reportaje, se convierte en una fuente potencial para todo aquel que esté interesado en ese problema social. (…) El número adquiere vida propia, y es ‘blanqueado’. Sus orígenes como una conjetura son olvidados y, a través de la repetición, tiende a ser tratado como un hecho sencillo, exacto y con autoridad» (pp. 34-35).

¿Le afecta a usted?

Se comprende que cualquier organización dedicada específicamente a combatir un problema tienda a subrayar su importancia por encima de otros. Así ocurre también en este caso, con la colaboración de los medios de comunicación. Montserrat Comas, magistrada y presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica, llega a asegurar que «junto con el terrorismo o después de él, es el problema más importante que tiene la sociedad española» (El País, 29-XII-2003).

Sin embargo, llama la atención que en los Barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas -encuestas mensuales para medir la percepción pública de los problemas más importantes en España-, la violencia contra la mujer no quede muy arriba en la clasificación. A la pregunta: «¿Cuáles son, a su juicio, los tres problemas principales que existen actualmente en España?» (respuesta espontánea, con un máximo de tres), todavía en febrero de este año la violencia contra la mujer aparecía en noveno lugar, y sólo el 1,9% de las respuestas decían que les afectaba personalmente.

En el Barómetro de marzo de este año, con 2.494 entrevistas personales, la violencia doméstica es el quinto problema que más preocupa (12%), pero a gran distancia de los cuatro primeros: terrorismo (76,9%), paro (54,2%), vivienda (20,3%), inseguridad ciudadana (16,4%), y sólo el 2,1% mencionan este problema entre los tres que más le afectan personalmente. Se comprende que la guerra de Irak no sea un problema que a uno le afecte en su vida personal; pero es más extraño que la violencia doméstica, que según la macroencuesta antes citada sufren dos millones de mujeres, no provoque más respuestas.

El Barómetro de marzo incluía además unas preguntas específicas sobre la violencia doméstica. El 91,3% cree que la violencia contra la mujer está muy o bastante extendida. Pero, a la vez, resulta que el 76,7% dice no conocer ningún caso de maltrato (frente a un 22,9% que sí lo conoce). No deja de ser chocante que una práctica que se considera muy extendida nunca haya rozado la existencia de tres de cada cuatro encuestados, y que afecte a tan pocos personalmente. Se diría que en este problema se habla más de oídas que por experiencia vital.

Ignacio Aréchaga


El maltrato «técnico» en la encuesta sobre «Violencia contra la mujer»Hay malos tratos si la encuestada responde «frecuentemente» o «a veces» a, al menos, una de las siguientes frases:– Le insulta o amenaza.– En ciertas ocasiones le produce miedo.– Cuando se enfada llega a empujar o golpear.– Insiste en tener relaciones sexuales aunque sepa que usted no tiene ganas.– Le impide ver a la familia o tener relaciones con amigos / vecinos.– Le quita el dinero que usted gana o no le da lo suficiente que necesita para mantenerse.– Decide las cosas que usted puede o no hacer.– No tiene en cuenta las necesidades de usted (le deja el peor sitio de la casa, lo peor de la comida…).– Le dice que adónde va a ir sin él / ella (que no es capaz de hacer nada por sí sola).– Le dice que todas las cosas que hace están mal, que es torpe.– Ironiza o no valora sus creencias (ir a la iglesia, votar a algún partido, pertenecer a alguna organización, etc.).– No valora el trabajo que realiza.– Delante de sus hijos dice cosas para no dejarle a usted en buen lugar.

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