El gobierno promueve una fundación pública con el fin de intentar construir el “islam de Francia” desde una perspectiva laica y sin financiación extranjera.
Varios países han puesto en marcha programas para evitar la radicalización, pero las diferencias dentro del islam y un laicismo hipersensible ponen trabas a estos esfuerzos.
Algunas cabalgatas de Reyes se han convertido en carnavales. Pero, en vez de lo transgresor, se exalta lo políticamente correcto. El resultado es desconcertante.
¿A más modernidad, menos religiosidad? No lo cree así el filósofo canadiense Charles Taylor, aunque su idea de la religión en la era secular es la de una fe sin certeza.
En una sociedad religiosamente diversa, el Estado puede cumplir muy bien con la exigencia de neutralidad a través de la cooperación con las confesiones.
En Gran Bretaña se ha emprendido una inspección de colegios contra la infiltración de islamistas radicales. Algunos critican la campaña por promover una visión falsa de la religión.
En Estados Unidos el progresismo secularizado extiende su modo peculiar de concebir el bien con un puritanismo tan rigorista como el anterior de cuño religioso. Joseph Bottum lo diagnostica en su libro “An Anxious Age”.
Según María Elósegui, el “acomodamiento razonable”, que permite adaptar la norma jurídica a la situación que regula, sería un buen instrumento para garantizar el derecho a la libertad religiosa y favorecer el pluralismo.