Laicidad

Un profesor de filosofía política argumenta que la ley vigente en Francia es contraria a la libertad religiosa y perjudicial para la convivencia.
La denuncia de una organización evangélica al gobierno por retirarle el permiso para un evento religioso reaviva un debate que se había cerrado en falso.
El jurista advierte contra la tentación de los poderes públicos de confundir libertades básicas con concesiones, y reivindica el derecho a la libre expresión sin temor a represalias.
La autoridad pública no puede imponer el crucifijo, pero la comunidad escolar está en su derecho de adoptarlo, buscando un ajuste razonable con las otras creencias.
Ante los recientes atentados en Francia, Macron pone el foco en el “islamismo político”. A la vez, surge el problema de una sobrerreacción laicista.
El Estado francés se dice neutral, pero no renuncia a legislar sobre cuestiones religiosas, algo impensable para los estadounidenses.
El doble rasero que se aplica a la aspirante a magistrada del Supremo estadounidense, católica como Biden, no es la igualdad que buscó la juez Ginsburg.
El presidente quiere regular la formación de imanes y la financiación y gestión del culto, pero cuenta con poco apoyo por parte de los musulmanes.
No se puede descalificar para un cargo público a nadie por su fe, denuncia una congresista demócrata de EE.UU.
El presidente francés pronuncia un discurso histórico sobre el principio de laicidad en la República.
La variedad de prácticas y creencias de los musulmanes del país está presente en el debate sobre la promoción de un “islam francés”.
Según un estudio del Pew Research Center, 43 de 199 Estados o territorios son confesionales, la mayoría de ellos islámicos.
El delegado para asuntos religiosos reconoce que la actitud hacia la fe dentro del laborismo británico es de frialdad, cuando no rechazo, y que esto perjudica al propio partido.
Se reedita este ensayo donde el filósofo británico alerta sobre las funestas consecuencias de las utopías políticas.
Varios autores examinan, desde ángulos distintos, si el relativismo es condición necesaria de la tolerancia.
Hoy se tiende a confundir el principio de neutralidad estatal con la indiferencia hacia el hecho religioso. Pero, como explica el profesor Christian Hillgruber, el Estado constitucional moderno no se entiende sin las aportaciones de la fe cristiana.
Según un planteamiento muy extendido, la neutralidad religiosa del Estado implica, más que tratar a las religiones de forma similar, aislarlas (a todas por igual) del espacio público.
Ya es casi una tradición navideña la polémica sobre si los símbolos religiosos, como los belenes, tienen cabida en el espacio público.
El gobierno promueve una fundación pública con el fin de intentar construir el “islam de Francia” desde una perspectiva laica y sin financiación extranjera.

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