Población

La reforma de las pensiones, exigida por los graves problemas demográficos, concita el mayor movimiento de oposición a que ha tenido que enfrentarse Putin.
Ante la perspectiva de una pérdida de población por la baja natalidad, el país asiático, tan étnicamente homogéneo, comienza a ver a los inmigrantes como parte de la solución.
En los años 60, las previsiones catastrofistas sobre el exceso de población crecían de un modo incontrolado. Cincuenta años después, la población mundial ha seguido creciendo y está mucho mejor que entonces.
El problema ya no es la “explosión demográfica”, sino el déficit de nacimientos en distintas regiones del mundo.
La libertad de tener hijos se ha visto constreñida en amplias zonas del mundo por decisiones del Estado.
Si fuera un telepredicador que hubiera profetizado ya varias fechas del fin del mundo, estaría desacreditado.
Después de imponer durante 35 años la prohibición de tener más de un hijo, Pekín descubre que faltan jóvenes y ahora no sabe cómo fomentar los nacimientos.
Un déficit de nacimientos y una mejorable esperanza de vida marcan negativamente el ritmo de crecimiento de la población rusa.
EE.UU. ha retirado su financiación al Fondo de Naciones Unidas para la Población, por su implicación en esterilizaciones y abortos forzosos en China.
Tras casi un decenio con crecimiento natural negativo, los nacimientos se encaminan este año a un nuevo mínimo.
Aunque más relaciones empiecen hoy por la cohabitación, el modelo de familia preferido es la pareja casada.
Cataluña se apoya más que otras comunidades autónomas en la población extranjera para asegurar su futuro.
Sin ninguna imposición estatal, en no pocos países europeos la fecundidad está por debajo de la de China.
Las enfermedades e incidentes relacionados con el alcohol explican la brecha de esperanza de vida entre los sexos.
África es el continente que más crecerá, mientras Europa perderá población.
Por imperativos económicos, China puede permitir tener dos hijos a todas las parejas, aunque ahora deberá convencer a muchas familias urbanas reticentes.
El descenso de la natalidad pone en peligro la prosperidad de Alemania.
Tal como ya sucede en algunas urbes de EE.UU., los latinoamericanos de altos ingresos están abandonando las periferias y regresando al centro de las ciudades.
Ante los bajos niveles de fecundidad en la UE, los inmigrantes pueden ayudar a sostener el edificio social. Pero nunca serán suficientes.

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