La Europa de las dos velocidades demográficas

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Tras un prolongado declive demográfico en la Europa centro-oriental, se detectan los primeros indicios de un cambio de tendencia. La fecundidad remonta y comienzan a llegar trabajadores del Este. Mientras tanto, en la parte occidental del continente retrocede la natalidad y en varios países, la población se sostiene gracias a los inmigrantes.

Cuando se oye hablar de inmigración en Europa, se suele pensar espontáneamente en los africanos que entran en Italia o España a bordo de embarcaciones precarias desde las costas del Magreb, o en los refugiados de Siria o Iraq que antes llegaban a Grecia y ahora son frenados en Turquía.

Entre 15 y 18 millones de nacionales de los países de Europa del Este viven en Europa occidental

Sin embargo, ese flujo es comparable a otro, intraeuropeo, sostenido y legal, que va de Este a Oeste. Según las estimaciones de Tomáš Sobotka, del Instituto de Demografía de Viena, entre 15 y 18 millones de europeos centro-orientales viven actualmente en los países de Europa occidental. Provienen de los antiguos satélites de la URSS, que ya pertenecen casi todos a la Unión Europea (UE). El proverbial fontanero polaco puede ser igualmente búlgaro, letón, ucraniano o rumano; sobre todo, rumano.

Despoblación en el Este

Después de que se alzara el telón de acero, esas naciones pasaron de la escasez igualitaria y el pleno empleo ficticio bajo el comunismo, a la crisis declarada y el paro no encubierto. Y comenzaron a perder gente. De 1990 a 2017, la población de Europa occidental aumentó un 12%, mientras la de los países que estaban tras el telón de acero bajó un 7%, por una conjunción de natalidad descendente y fuerte emigración.

Evolución de la población en Europa, 1990-2017

Evolución de la población en Europa

 

Si tomamos como referencia 2007, cuando la parte centro-oriental de la actual UE estaba casi completa (solo faltaba Croacia, que ingresó en 2013), estos países han perdido, de entonces a 2018, 3 millones de habitantes (casi un 3%), según las últimas cifras demográficas de Eurostat, publicadas el pasado 12 de marzo. De esos 11 Estados miembros, solo crecieron la República Checa, Eslovenia y Eslovaquia. En el mismo periodo, los otros 17 miembros ganaron 17 millones (+4%), sin más descensos que los de Grecia y Portugal.

También en los países del Este que no pertenecen a la UE, el declive demográfico es la tónica general. Ha sido tremendo –más del 15%– en Kosovo y Georgia, y de casi el 9% en Ucrania y Bosnia-Herzegovina. Las excepciones son las modestas subidas –no llegan al 2%– en Macedonia del Norte y Montenegro.

De nuevo dentro de la UE, los mayores descensos se han dado en Lituania (–13,6%) y Letonia (–12,4%). Pero los dos siguientes han sido muy importantes por la magnitud de los números absolutos. Bulgaria ha perdido un poco más de medio millón de habitantes (–6,9%) y Rumanía, 1,6 millones (–7,6%). Rumanía es un caso aparte.

La diáspora rumana

De unos 23 millones de habitantes cuando fue derrocado Nicolae Ceausescu (1989), Rumanía ha pasado a tener 19,5 millones. Cerca de un millón se han perdido por el crecimiento natural negativo, pero la mayor parte se han marchado. Hoy, según se calcula, unos 3 millones de rumanos residen en el extranjero. Están principalmente en Italia (1,2 millones), España (673.000) o Alemania (657.000).

Según Eurostat, la quinta parte de la población activa rumana trabaja en otro país de la UE. La emigración es para Rumanía la válvula de escape que ha evitado un nivel de paro insoportable y ha aportado dinero en forma de remesas: unos 2.700 millones de euros desde 2010, suma no despreciable en un país donde los salarios vienen a ser el 16% de la media de la UE. Pero ha traído otros problemas. Se han perdido trabajadores cualificados. Muchos no pueden llevarse a sus hijos, que quedan al cuidado de los abuelos o de otros parientes. No hay estimaciones fiables, pero en algunos lugares, un tercio o más de los niños no tienen padre o madre en casa. Desde 2015, el gobierno exige a los emigrantes que declaren los hijos que dejan en el país.

En los países del Este, la fecundidad sube y las madres primerizas son más jóvenes

La emigración empieza a causar escasez de mano de obra, lo que está haciendo subir los salarios. Y también atrae inmigrantes. Parte de los huecos dejados por rumanos que han ido a países más ricos de la UE en busca de mejores sueldos y condiciones de vida, son ocupados por extranjeros de más al Este deseosos de encontrar lo mismo en Rumanía. La necesidad de brazos ha llevado al gobierno a aumentar las cuotas de trabajadores de fuera de la UE. Son, en su mayor parte, de la vecina Moldavia, que tiene la misma lengua y cultura; pero también hay cada vez más ucranianos y serbios, y también vietnamitas, filipinos, nepalíes, tailandeses…

La opción húngara

El mismo fenómeno se da en otros países de la región de los que salen emigrantes en dirección Oeste (ver Aceprensa, 26-11-2018). Por ejemplo, Polonia, que tiene en torno a dos millones de nacionales en el resto de la UE, alberga unos 210.000 trabajadores ucranianos, unos 80.000 bielorrusos… “Dentro de los próximos diez o veinte años –augura Sobotka–, se habrán convertido en países de inmigración, como España o Irlanda en los años noventa” (Le Monde, 12-03-2019).

No es esa la opción de Hungría, aunque sigue perdiendo población y también le falta mano de obra, sobre todo en los sectores de tecnología y sanidad, según la Organización Internacional para las Migraciones. Pero los extranjeros residentes en Hungría han disminuido mucho desde 2012; hoy son unos 150.000, dos tercios de ellos europeos, en su mayor parte rumanos y alemanes.

La política del gobierno es, primero, fomentar el retorno de los húngaros emigrados, que actualmente son cerca de 250.000. Segundo, que suba la natalidad. El primer ministro Viktor Orbán, en su último discurso sobre el estado de la nación, el pasado 10 de febrero, lo dijo claramente: “En Europa, vivimos en una época en que nacen cada vez menos niños. Los occidentales recurren a la inmigración. Pero nosotros no necesitamos números, sino niños húngaros. Para nosotros, aceptar la inmigración equivale a rendirnos”.

De ahí que anunciara una serie de medidas con la meta de subir la fecundidad de los actuales 1,54 hijos por mujer a 2,1 en 2030. Habrá más servicios de guardería, así como créditos e hipotecas a menor interés para familias con hijos. Y las mujeres con más de cuatro hijos quedarán totalmente exentas del impuesto sobre la renta.

La fecundidad remonta

El hecho es que la tasa de fecundidad húngara ya ha subido desde el mínimo de 1,23 registrado en 2011. También Polonia ha puesto en marcha un plan natalista (ver Aceprensa, 18-04-2018) y lleva dos años de notable subida, de 1,32 a 1,48. Pero ambas están aún por debajo del umbral de reemplazo de generaciones y también de la media de la UE, que es 1,59 (2017).

Desde 2007, los países del Este que son miembros de la UE han perdido 3 millones de habitantes, y los occidentales han ganado 17 millones

Pero mientras el conjunto de la UE lleva tendencia descendente, la región centro-oriental sube, con la excepción de Croacia. Cinco países ya han superado la media de la UE: Rumanía (1,71), República Checa y Letonia (1,69 las dos), Lituania (1,63) y Eslovenia (1,62); Estonia la ha igualado.

Las tasas más altas siguen dándose en el otro lado: Francia (1,90), Suecia (1,78), Irlanda (1,77). Y las más bajas, en el sur: Malta (1,26), España (1,31), Italia (1,32), Grecia (1,35). En estos mismos países, menos Malta, las madres primerizas son las de mayor edad, más de 30 años (media de la UE: 29,1); y cuanto más tarde llega el primer hijo, menos probable es que le sigan otros. En cambio, todos los países centro-orientales están en el extremo opuesto: entre los 26,1 años de Bulgaria (mínimo de la UE) y los 28,8 de Eslovenia.

El hundimiento de la fecundidad en las naciones excomunistas, mayor que en las occidentales, produjo, junto con la emigración, una Europa de dos velocidades demográficas. Ahora, la parte lenta comienza a acelerar.

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