Para muchas mujeres, tener un hijo supone un frenazo en su vida profesional. ¿Cuestión de biología? Sí, pero también de condicionantes culturales que urge afrontar.
Dos tendencias en redes sociales abogan por la vuelta de las mujeres al hogar. Sin embargo, sus modelos resultan bastante falsos, y no representan la verdadera vida en familia.
La brecha de sexos en las preferencias políticas se ha ensanchado en numerosos países, y especialmente entre los jóvenes, pero la causa no es solo el feminismo.
El gobierno danés autorizó décadas atrás la implantación de dispositivos anticonceptivos a miles de mujeres inuits; hoy, varias de ellas reclaman justicia.
La Fundación Zapopan Fratelli Tutti (Jalisco, México) pretende capacitar a mujeres sin cualificación profesional para que puedan atender a ancianos con pocos recursos.
Varias universidades católicas de EE.UU. cuentan con programas de apoyo a estudiantes embarazadas, para que no abandonen su formación ni, en casos extremos, recurran al aborto.
Muchas organizaciones feministas han manifestado su ruptura con los partidos de izquierdas, a los que acusan de traición, y proponen el voto nulo como señal de protesta.
El “burnout” y la jornada laboral reducida por la falta de una distribución equitativa de las tareas domésticas acechan la vida laboral de las madres y ahondan la desigualdad sexual en el trabajo.
Experta en Comunicación, esposa, madre de nueve hijos e “influencer”, Blanc sostiene que un feminismo verdaderamente útil debe saber conectar mujer y maternidad.
Un grupo de expertos analiza las estadísticas de 20 años de iniciativas de este tipo, aplicadas en cuatro continentes, y concluye que tienen un efecto positivo en materia de salud.