La maternidad y la persistente brecha laboral entre sexos

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MilanMarkovic78 / Shutterstock

Las mujeres han ido conquistando derechos de forma progresiva a lo largo de la historia. El derecho al voto, a tener y manejar los propios bienes, a poder incorporarse al mundo profesional. Pero hay una desigualdad que sigue persistiendo, por mucho que se intenten poner parches. Una brecha entre hombres y mujeres que se abre en el mercado laboral por un acontecimiento vital específico: el nacimiento de un hijo.

Una de las peores decisiones que puede tomar una mujer, si la valoración se rige únicamente por su impacto sobre los ingresos, es tener hijos. Por muy drástica que suene esta afirmación, las madres tienen menos probabilidades de ser contratadas para un puesto de trabajo, de ser percibidas como profesionalmente competentes o de cobrar lo mismo que sus colegas masculinos con las mismas cualificaciones. 

Claudia Goldin, profesora de economía de la Universidad de Harvard, ganó en 2023 el Premio Nobel de Economía por sus investigaciones sobre la desigualdad de género en el mercado laboral de Estados Unidos. Tras recopilar y analizar 200 años de datos para demostrar cómo y por qué habían cambiado con el tiempo las diferencias salariales y de empleo entre hombres y mujeres, Goldin descubrió que históricamente la brecha salarial podía explicarse por las diferencias en el nivel de educación alcanzado y la profesión escogida, pero que en la actualidad ya no era así.

Ahora, la brecha salarial estadounidense se explica, en buena medida, por otro factor que se sitúa en un punto concreto en la trayectoria vital de las mujeres: el nacimiento de su primer hijo. Con todo, esta característica no es única del mercado laboral de ese país, sino que, según refleja un estudio reciente, se trata de una realidad que afecta a las mujeres profesionales en casi todo el planeta.

Un fenómeno mundial

Un grupo de académicos de la London School of Economics (LSE) y de la Universidad de Princeton publicaron en septiembre de 2023 un estudio en el que medían el efecto del nacimiento de un hijo en las carreras profesionales de mujeres de 134 países, que aglutinan el 95% de la población mundial. En él, llegaron a la misma conclusión que Goldin: la participación de las madres disminuye tras el parto del primer hijo en casi todos los países del estudio. Es decir, en casi todo el mundo. 

Según muestra el Child Penalty Atlas, creado por este grupo de académicos, en Europa, el 32% de las mujeres abandonan el mundo laboral en el primer año tras dar a luz a su primogénito. Cinco años más tarde, el 25% aún no se han reincorporado. Al cabo de diez años, la ausencia se sigue situando en un 25%. En Norteamérica y Sudamérica, apenas hay diferencias entre el momento posterior al nacimiento y diez años después: del 23% al 21% y del 38% al 37%, respectivamente.

La principal desigualdad laboral no se da entre hombres y mujeres, sino entre padres y madres

En España, la ausencia de la mujer tras el nacimiento del primer hijo es del 29%; pasados 10 años, del 45%. En Colombia es del 34% después del nacimiento y pasados 10 años, del 39%. En Dinamarca, país conocido por las facilidades que ofrece para la conciliación, el porcentaje de madres ausentes del mercado laboral es bajo –comparado con la media– en el año posterior al parto (14%), y apenas asciende dos puntos diez años después..

El coste del cuidado y la asimetría de la crianza

El efecto que tiene la maternidad sobre la participación de las mujeres en el mercado obedece a distintas razones, cada cual con sus matices y particularidades. 

Una explicación es, por ejemplo, la inversión económica que requiere la crianza de los niños. En numerosos países de Occidente, donde el coste es elevado por la falta de subvenciones y de plazas en guarderías públicas, muchas mujeres se hacen cargo del cuidado íntegro del hijo porque a la pareja le resulta más rentable que contratar un cuidador durante la jornada laboral. Además, también está el desajuste entre el horario escolar y el laboral, y las convenciones y normas sociales que tienden a situar la carga del cuidado sobre las mujeres.

Otra explicación es la asimetría biológica en la crianza, sobre todo en los primeros años de vida. Como señaló Mary Harrington en UnHerd, “el eufemismo cortés de «crianza», en la práctica, casi siempre significa «maternidad». Ya he escrito anteriormente en estas páginas sobre la carga fisiológica asimétrica de  la crianza de los hijos; y la principal asimetría, una vez que el niño se ha gestado y ha nacido sano y salvo, es, por supuesto, la lactancia”.

Los beneficios de la lactancia materna son incuestionables, pero suponen, de hecho, un freno para la paternidad igualitaria. “¿Es mejor dar el pecho aunque esto entre en conflicto con el deseo —o la necesidad— de trabajar de la madre? ¿Es más feminista y «natural» aceptar el papel biológico único del cuerpo de la mujer en la lactancia, o dar el biberón en aras de la igualdad en la crianza?”, se preguntaba Harrington.

Las consecuencias laborales que impone la biología, pero también la economía y las normas sociales, son las que tienden a limitar los ingresos de la mujer a lo largo de su vida. Estar años sin trabajar por dedicar ese tiempo al cuidado de los hijos puede suponer que se retrasen o se pierdan definitivamente ascensos y otras oportunidades profesionales, además de dificultar, de por sí, la búsqueda de empleo.

Así pues, podría decirse que la principal desigualdad laboral no se da entre hombres y mujeres, sino entre padres y madres; entre mujeres que después de tener a su primer hijo vuelven solo a tiempo parcial o no vuelven en absoluto al mundo laboral, y los hombres que no ven ninguna variación negativa en su vida profesional después de ser padres. Incluso se ha podido observar lo contrario. Mientras que ellas ganan menos que las mujeres que no son madres debido al menor número de horas trabajadas y a las oportunidades de promoción profesional perdidas, hay estudios que muestran que los trabajadores con hijos gozan de mejores condiciones laborales que los que no han sido padres. Este fenómeno es conocido como el fatherhood bonus o bonus paternal.

La panacea de la desigualdad

Igual que en todo problema que depende del comportamiento humano, encontrar soluciones a la “penalización maternal” es difícil y requiere un conjunto de cambios legislativos, corporativos y culturales que, de forma individual, generan un impacto limitado.

La participación de mujeres aumentaba un 4% cinco años después de que un país promulgara leyes sobre el cuidado de los niños

Un informe publicado por el Banco Mundial en junio de 2023 analizó el mercado laboral de 95 países y descubrió que la participación de las mujeres aumentaba un 4% de media cinco años después allí donde se promulgaban leyes sobre el cuidado de los niños. Pero sigue siendo un efecto pequeño comparado con la penalización derivada de la maternidad. Por ello, hacen falta más cambios.

Hace falta también una cultura empresarial que permita flexibilidad, que se aparte del presentismo y que facilite el teletrabajo para quienes así lo requieran, en aquellos empleos en los que sea posible. Un inconveniente al que se enfrentan las madres es que con frecuencia se cuestiona de su competencia en el puesto de trabajo por tener hijos y por estar “ausentes”. Como escribió Katherine Zaleski en Fortune, ella misma minusvaloraba a las madres y las tenía por menos comprometidas, menos competentes y menos capaces, por el simple hecho de no estar disponibles para ir después del trabajo a tomar unas copas o no ser la última persona en la oficina. “Mi forma de actuar en la veintena tenía mucho que ver con la negación. Si no aceptaba o reconocía a las madres de mi equipo, no tenía que pensar en cómo sería mi futuro. Veo el mismo comportamiento en las mujeres jóvenes con las que hablo que están a cargo de la contratación, especialmente en el espacio tecnológico. Son intransigentes —y sermonean apasionadamente— sobre la presencia de mujeres en la oficina para que formen parte de la «cultura» de la empresa”, escribe Zaleski.

Por último, es necesario un cambio en el lugar donde la legislación y la cultura empresarial no pueden entrar: el hogar. Una de las citas más comentadas de Goldin es que no habrá igualdad entre hombres y mujeres hasta que no haya igualdad en la pareja, hasta que no haya equidad en el reparto de las tareas del hogar. Porque las diferencias tanto salariales como de permanencia en el mercado laboral reflejan las que tienen que ver con la forma en que se distribuyen las responsabilidades derivadas del cuidado. 

6 Comentarios

  1. Leticia Sánchez de León. Roma, Italia.
    Gracias por el artículo Helena. Me parece que arroja luz en muchos puntos pero, me ha sorprendido que no hagas alusión en el artículo a la importancia -científicamente y socialmente probada- de la presencia del padre y la madre en cuanto al cuidado y la educación de los hijos. Entiendo que el artículo trata de maternidad y vida laboral y no de “paternidad” pero pienso que muchos de los problemas de conciliación familia-trabajo se resolverían si se diera a los padres una mayor flexibilidad en el trabajo para que pudieran ayudar a sus mujeres con los hijos, y apoyaran así también su recorrido laboral. Es decir, las medidas no tienen que ir dirigidas sólo a las madres sino a la familia como conjunto (ayudas económicas, flexibilidad en el horario, comprensión de las situaciones, excepciones, etc).

    Por otro lado, estoy de acuerdo con lo que dice David Álvarez: no se menciona en el artículo que hay mujeres, como yo, que se sienten más llenas dedicando al trabajo media jornada -aunque ello suponga una renuncia voluntaria temporal a seguir adelante en la profesión- para estar con los hijos por la tarde. Yo vivo en Italia y veo muchas mujeres que querrían reducir sus horas de trabajo a media jornada para poder estar con sus hijos. ¿Por qué se considera que reducir la jornada laboral es un retraso para la sociedad o algo malo para la mujer si es justo una de las medidas que más ayudan a la mujer a “mantener” el equilibrio entre familia y trabajo?

    Por otro lado, y aunque esté de acuerdo en un reparto equilibrado -no equitativo- de las tareas del hogar, hecho de menos que se hable en el artículo de lo importante que es para los niños la presencia y acompañamiento de los dos padres, pero los primeros años especialmente de la madre. Creo que no se trata sólo de reparto de tareas sino de que los hijos son un proyecto común y que requiere del esfuerzo equilibrado del padre y la madre. Es, de nuevo, la mentira del 50-50 del que se oye tanto hablar, que no resuelve los problemas de la conciliación y que no lleva a la felicidad.

  2. Me pregunto si estos estudios incluyen si es voluntad o no de la madre ese parón profesional en aras de la dedicación materna. Es más, creo que es una pregunta clave, porque conozco a muchas madres que es deseo de ellas dedicarse más a la criatura que seguir progresando profesionalmente al ritmo como si no la tuviera. Unas conoñeras de trabajo criticaban ferozmente a una arquitecta porque decidió dejar la profesión para ser ama de casa porque eso le llenaba más y se lo podía permitir. De cara a los baremos de igualdad, esto es una aberración; pero se conoce que está buena mujer es ahora más feliz, y se le debería respetar. Ojo cuando los estudios no son del todo comprehensivos.

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