Kenia: un programa para transformar el país mujer a mujer

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Kenia: un programa para transformar el país mujer a mujer
Susan Kinyua da una sesión a mujeres del programa Fanekisha / Kianda Foundation

Fanikisha significa “gran avance” en suajili y es el nombre del Programa de Apoyo a Mujeres Empresarias de la Fundación Kianda, en Kenia. Susan Kinyua, economista y coordinadora general de los proyectos de esta fundación, recibió el Premio Harambee 2024 a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana por su labor en proyectos de capacitación de mujeres para el emprendimiento empresarial. Esposa y madre de tres hijos, Kinyua trabajó durante 12 años en Barclays Bank antes de dar un giro profesional a su carrera y dedicarse a Fanikisha y otros proyectos de la Fundación Kianda para transformar el futuro de su país mujer a mujer.

Ese “gran avance” se da una a una: cada beneficiaria del programa con su propia historia de superación y emprendimiento que la lleva a caminar con la frente bien alta, a ser autónoma y a mejorar la vida de su familia y de su entorno. En conversación con Aceprensa, Kinyua explica que en África, las mujeres lo tienen más difícil. Esto se debe a que su acceso a la educación es limitado, porque muchas familias no pueden pagarlo para todos sus hijos y, si tienen que elegir, educan a los varones en vez de a las chicas.

Hay otros factores que lo complican, como que ellas “tienden a quedarse embarazadas jóvenes”, sin llegar a completar su educación; los trabajos que realizan están peor pagados que los de los hombres. “Así que la mujer está en desventaja en comparación con el hombre, económicamente”, declara Kinyua. Además, el cuidado de los hijos y de la casa cae sobre ella, añadido a su trabajo, por lo que “las mujeres tienen más cosas que hacer”.

Retos: educación y salud mental

Kinyua lo tiene claro: “La educación, en mi opinión, es la solución para acabar con el círculo de pobreza”, porque las personas que han tenido acceso a formación “salen de la pobreza y tienen más control de su vida”. Sin embargo, el concepto que tiene de educación no se limita a unos estudios académicos o técnicos: habla de la formación integral de la persona: “En Fanekisha, no sólo enseñamos competencias empresariales, también enseñamos higiene, cómo cuidar de sí mismas, cómo rechazar los abusos; el autoconocimiento, cómo les afectan en el presente los problemas de su vida pasada…” En definitiva, “la mente, el corazón y el cuerpo. Queremos apoyar a la persona en su totalidad”.

“La educación es la solución para acabar con el ciclo de pobreza”

Para ayudar a las mujeres a conseguir “la mejor versión de sí mismas”, Kianda tiene un programa de asesoramiento y acompañamiento (counselling and mentorship) en el que prestan apoyo psicosocial. En todos los centros de la fundación, desde guarderías a escuelas de formación profesional, pasando por colegios de educación primaria y secundaria, “todo el mundo tiene a alguien que le toma de la mano” y le apoya más allá de los estudios.

Susan Kinyua, ganadora del Premio Harambee 2024 / Santi Quevedo

Uno de los temas al que se hace frente en este acompañamiento, en el que se ofrece psicoterapia, es el del abuso, que puede ser “de todo tipo: sexual, físico, emocional” y que muchas veces está aceptado en la práctica. Por eso, lo primero es concienciar: “Les ayudamos a identificar dónde hay abuso, aunque ellas previamente no lo reconozcan, y luego a hacer frente a eso”. La propia Kinyua está estudiando psicoterapia para poder ayudar mejor a estas mujeres después de descubrir cómo algunas afectadas de depresión, “dan un giro: creen en sí mismas, son autónomas gracias a la psicoterapia”.

Joyce es una beneficiaria del programa Fanekisha que relata su testimonio en un vídeo: “Estoy agradecida a mi mentora; ella sabe dónde empecé, por lo que pasaba a diario con mi familia: privación, a veces sin comida sobre la mesa, a veces mi marido se iba de casa… Pero ella me dijo: ‘sigue adelante’”. Antes de su formación, Joyce tenía un único zapato, “era mi mejor zapato, porque era el único”, pero se rompió y no lo pudo arreglar. En su armario había dos vestidos, que las ratas se comieron un día que infestaron su casa. Tampoco tenía con qué pagar el colegio de sus hijos.

“Después de las clases, y siendo capaz de ahorrar, pude comprar un smartphone (lo enseña, orgullosa). Es una ventaja añadida para mí porque puedo comunicarme con mis clientes online”. Sacar adelante su pequeño negocio con éxito le ha permitido tener varios pares de zapatos, un armario con ropa y una casa nueva, y su hijo mayor puede ir al instituto. “Hoy puedo levantarme erguida delante de otras mujeres y decirles: es posible, del suelo al cielo (from grass to grace), ser una mujer empresaria”.

La familia en el centro

Kinyua explica que los roles del hombre y de la mujer están muy marcados en África y que, por eso, la barrera cultural no es tanto física como mental: “La mujer conoce sus “tengo que”, “debo”, “se hace así”. Les ayudamos a darse cuenta que no existen esas cosas, no “tienes” que ser algo concreto, eres libre”. También se encuentran con muchas que “se sienten la propiedad del hombre, porque están por debajo de él. Les hacemos ver que no, que somos iguales”.

“La principal preocupación de la mayoría de estas mujeres es poner comida sobre la mesa, pagar el colegio de sus hijos, comprar ropa y zapatos”

En esta labor, la familia está en el centro: “Tratamos de unir, no estamos para dividir o enfrentar; eso es algo que siempre decimos a las mujeres: respetar a su familia; pero el respeto debe ser mutuo. Los dos, el hombre y la mujer, y los niños, todos se tienen que respetar unos a otros”. Hoy en día, en Kenia, como en tantos otros países, la subida del coste de la vida hace que el trabajo de la mujer fuera de casa sea una necesidad: “ Las mujeres tienen que contribuir a la economía familiar, así buscan ingresos, ya sea como trabajo ocasional, empleadas o empezando su propio negocio”. Kinyua apunta que el problema es que las mujeres tienen más cosas que hacer porque “se espera que la mujer también se haga cargo de la familia: los hijos, la limpieza, la comida”. Esto empieza a cambiar un poco, porque “la nueva generación de hombres, en general, ayuda más” en las tareas domésticas.

Cuando habla de su visión del feminismo, Kinyua resume el ideal que impulsan sus proyectos: “El feminismo, el empoderamiento de la mujer, desde mi perspectiva, es educación, que la mujer pueda estar en su sitio, encajar, realizarse de verdad a sí misma y alcanzar su pleno potencial como persona. No tenemos nada en contra del hombre, no es una competición. No debería haber una competición, cada persona tiene su rol. Por ejemplo, mi marido nunca podrá estar embarazado o dar de mamar a un bebé, hay roles que son claramente mi responsabilidad, y él, es cierto, me apoya; yo también le apoyo, contribuyendo a nuestros ingresos familiares”.

También nos ofrece una perspectiva muy realista de las necesidades de la mujer en África: “La principal preocupación de la mayoría de estas mujeres es poner comida sobre la mesa, pagar el colegio de sus hijos, comprar ropa, zapatos y uniformes escolares para sus hijos. La prioridad es asegurar que la familia salga adelante”. Y es que, como repite Kinyua varias veces a lo largo de la entrevista, la familia es algo muy importante para ellas. Con este motor, la familia, la mujer africana es un modelo de resiliencia, de “seguir adelante incluso cuando es muy difícil”, porque, “nosotras, por la familia, por los hijos, podemos llegar a donde sea”, asegura. “Y podemos aprender de las mujeres europeas el saber que somos iguales en dignidad con el hombre, no somos inferiores. Y que todos tenemos que trabajar juntos por un mundo mejor”.

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