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El problema migratorio entre México y EE.UU.: ¿cambiará algo la Cumbre de las Américas?

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

CC: Michał Huniewicz

 

Jalisco.— México y Estados Unidos han anunciado medidas de cooperación para atender las causas estructurales de la crisis migratoria, fomentando el empleo y el desarrollo económico en Centroamérica. Sin embargo, estos anuncios se han visto opacados por la tensión generada a partir de la amenaza del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de no asistir a la cumbre si no se invita a Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Entre las muchas complejidades de la relación entre México y Estados Unidos, la migración hacia el Norte ha ocupado un lugar primordial en el discurso político de ambos países y en las relaciones diplomáticas estos últimos días de cara a la IX Cumbre de las Américas, que se llevará a cabo del 6 al 10 de junio en los Ángeles, California.

Si bien ha habido avances significativos en la forma de abordar el problema, estos no se han visto reflejados en la realidad de los últimos años. Aún así, hemos visto la transición de un discurso agresivo hacia los migrantes, a uno que busca atender de forma integral a las causas de las migraciones en un marco de cooperación regional.

Una respuesta paradójica

La aproximación política al problema parece caracterizarse por la esquizofrenia: tanto el gobierno de Biden como el de López Obrador han adoptado un discurso conciliador y amigable hacia las personas migrantes, mientras implementan medidas cada vez más duras dentro de sus respectivos países. Así, hemos visto cómo simultáneamente se anuncian nuevas políticas de cooperación económica y medidas de apoyo a países centroamericanos para atender las causas de la migración, mientras Estados Unidos adopta políticas de expulsión instantánea de migrantes –que los dejan en situación de vulnerabilidad– y México despliega militares para efectuar detenciones y deportaciones masivas.

El año pasado, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, visitó México con el propósito de abordar las causas de la crisis migratoria, lo cual implicaría un abordaje integral que no se limite a cerrar fronteras, sino a mejorar las condiciones económicas y sociales de los lugares de origen de los migrantes. Después de dicha reunión se acordó un marco para fomentar la cooperación con este propósito, pero no ha logrado concretarse desde entonces.

Al mismo tiempo, el gobierno de Estados Unidos ha continuado aplicando el “Título 42”, una medida implementada por la Administración Trump con motivo de la pandemia y avalada recientemente por un juez, que permite expulsar instantáneamente a los migrantes de la frontera Sur de Estados Unidos, aun cuando se trate de solicitantes de asilo, dejándolos en una situación de incertidumbre y quedándose en México como tercer país, en zonas y albergues que no reúnen las condiciones para darles un trato digno.

Por su parte, México ha adoptado un enfoque militarizado hacia los migrantes provenientes de Centroamérica, desplegando aproximadamente 28.500 militares en las fronteras y en las zonas de paso para efectuar detenciones y deportaciones, lo que supone el triple de personal del que había hace dos años.

Tanto el gobierno de Biden como el de López Obrador han adoptado un discurso amigable hacia los migrantes, mientras implementan medidas cada vez más duras dentro de sus países

Cambios positivos

Aun así, hay cambios dignos de celebrarse. De cara a la Cumbre de las Américas, los gobiernos de México y Estados Unidos anunciaron que preparan un plan conjunto para fomentar el empleo en Centroamérica. Estos anuncios no han sido distintos de los que siguieron el año pasado a la reunión entre Kamala Harris y Andrés Manuel López Obrador.

De cualquier modo, el anuncio de estas políticas denota un cambio positivo que no puede menospreciarse. El hecho de que el discurso público ponga su atención en las causas estructurales y se aleje del discurso anterior que criminalizaba a los migrantes es en sí mismo un gran avance. Y es que las causas de la crisis migratoria son complejas y es indudable que existe una responsabilidad compartida entre los gobiernos de México y Estados Unidos.

Tensiones diplomáticas

Sin embargo, una semana después del anuncio hecho por el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, y el portavoz del secretario de Estado Antony Blinken, Ned Price, la buena noticia se ha visto opacada por la amenaza del presidente López Obrador de no asistir a la cumbre si Estados Unidos no invita a Cuba, Nicaragua y Venezuela, causando nuevas tensiones en la relación entre ambos países.

A partir de ese anuncio, el gobierno estadounidense ha intentado acercarse a México para tratar de negociar y garantizar su participación en la cumbre, suavizando las sanciones económicas a Venezuela y evaluando una posible participación “a medias” de estos países. Sin embargo, México aún no ha definido si asistirá o no, lo que podría repercutir en las medidas anunciadas en torno a la migración.

La Cumbre se celebra en medio de una de las mayores crisis migratorias vistas en la región y a poco tiempo de las elecciones legislativas de Estados Unidos, previstas para noviembre, en las cuales la migración sin duda será uno de los temas centrales de las propuestas de los distintos candidatos.

Un problema humanitario

La crisis migratoria es un problema que requiere atención urgente. No se trata de un simple problema político y económico, sino de un problema humanitario. Las rutas migratorias son cada día más peligrosas. A principios de este año, la XVI Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos y Desaparecidas enfatizó sus reclamos sobre el aumento de este problema. Este movimiento señala que existen entre 72.000 y 120.000 migrantes desparecidos en México entre 2006 y 2016. La situación se agrava por la falta de información y cifras oficiales.

Y es que uno de los principales problemas alrededor de la migración es justamente la falta de información. Al tratarse de personas que no cuentan con documentos de identidad y al no existir registros confiables, es imposible acceder a la información en torno a su vulnerabilidad y las violaciones a derechos humanos que sufren cotidianamente, lo cual hace que las únicas fuentes confiables sean los testimonios de los mismos migrantes y la información recolectada por Iglesias y organizaciones civiles.

Aunque los anuncios de medidas de cooperación y los intentos de poner atención en las causas estructurales del problema deben ser bienvenidos y celebrados, queda un largo camino por recorrer en la atención a este problema del cual no se habla lo suficiente. Este camino debería transitar no solo a través medidas económicas y políticas, sino también a través de la sociedad misma.

Juan Pablo Andrade Rojas
Abogado y profesor de la Universidad Panamericana

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