El consumo y el tráfico de drogas destrozan vidas y conciencias de modo permanente y creciente, algo de lo que se ha ocupado la ficción audiovisual contemporánea: Escobar: Paraíso perdido, Narcos, Breaking Bad. Sicario, ambientada en la frontera entre EE.UU. y México, ahonda en esa dirección a través de Kate Macer, agente del FBI, que guía al espectador en un descenso a los infiernos que es también el suyo.
El guión del primerizo Taylor Sheridan, actor de la serie Hijos de la anarquía, se demuestra inteligente. Por otra parte, el canadiense Denis Villeneuve hace suya la historia, que encaja bien en su filmografía, de personajes más o menos corrientes cuyo sentido moral es puesto a prueba. Algunos han cruzado ya la línea, piensan que el fin justifica los medios; pero también pueden mediar motivos personales, la venganza, o el gusto de sumergirse en la acción. Si difícil resulta el cambio de los cínicos, la duda estriba en qué harán los que se estrenan en terreno tan fangoso. Emily Blunt y Daniel Kaluuya, Josh Brolin y Benicio del Toro, encarnan bien las distintas posturas, y también tienen su papel los eficaces secundarios, dando vida a funcionarios gubernamentales, y a mafiosos y sus familias.
Además de por sus temas, Villeneuve tiene justa fama de creador de atmósferas, aquí de tensión creciente, a medida que Macer y su compañero se meten por partida doble –física y moralmente– en la boca del lobo narcotraficante. Su nueva colaboración con el director de fotografía Roger Deakins, el director artístico Patrice Vermette y el compositor musical Jóhann Jóhannsson tras Prisioneros se revela otra vez fructífera.
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