Salvar al soldado Ryan

GÉNEROS, ,

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNViolencia

ESTRENO18/09/1998

Director: Steven Spielberg. Guión: Robert Rodat. Intérpretes: Tom Hanks, Edward Burns, Tom Sizemore, Matt Damon, Jeremy Davies, Vin Diesel, Adam Goldberg. 169 min. Jóvenes.

Después de las decepcionantes Jurassic Park II y Amistad, Steven Spielberg vuelve a acercarse a las alturas de La lista de Schindler, El imperio del sol o E.T. con el descenso a los infiernos que propone en Salvar al soldado Ryan; un descenso que deja al espectador profundamente conmovido, horrorizado y a la vez reconciliado con esa suma de paradojas que es el ser humano.

Ya sólo su larga y espeluznante recreación inicial del desembarco de Normandía justificaría la inclusión de Spielberg entre los grandes del cine. Nunca se había mostrado con tal verismo la absoluta deshumanización de la guerra, sus devastadores efectos sobre la dignidad humana, convertida en un horripilante amasijo de locura, pánico, carne quemada y desgarrada, brutalidad… y el pavoroso silencio de la soledad con que la conciencia de cada cual se enfrenta cara a cara con el fragor de la muerte.

Spielberg reconstruye aquella carnicería como lo que fue. Ahora bien, su crudeza no es la crudeza desesperada, sórdida, casi nihilista, de películas como Platoon y Nacido el 4 de julio, de Oliver Stone, o La chaqueta metálica, de Stanley Kubrick. De modo que, en ese magistral arranque, son tan auténticos los sentimientos de cobardía, crueldad o desesperación, como el coraje de los que siguen adelante, el remordimiento del que mata por primera vez o la capacidad de sacrificio de esos sanitarios y sacerdotes que se juegan la vida a pie de playa para llevar una última esperanza de vida o un último consuelo.

Es este poderoso claroscuro el que dota de vida, de verdad, a la insuperable obertura y a los demás movimientos de esta antibelicista sinfonía bélica. Unos movimientos que siguen a un pelotón de rangers, supervivientes de la playa Omaha y comandados por un carismático capitán de misterioso pasado y mano temblorosa (Tom Hanks), que son enviados más allá de la primera línea de fuego para rescatar a un joven paracaidista, llamado James Ryan (Matt Damon). La razón de ser de esta insólita misión introduce otro fogonazo de humanidad. No tiene nada que ver con tácticas y estrategias; sencillamente, los otros tres hermanos del soldado Ryan han muerto en combate casi al mismo tiempo, y el Alto Mando considera prioritario evitar como sea que muera también el hermano menor.

Esta singular motivación llena de matices los conflictos dramáticos que padece cada uno de los implicados, y lleva la reflexión sobre el sentido del sacrificio hasta un terreno muy alejado de las hazañas bélicas que recuerdan los libros de historia. Spielberg contagia al espectador su convicción de que la II Guerra Mundial fue una guerra justa, donde los sacrificios humanos se ofrecieron en el altar de la libertad. Y así, sin maniqueísmos -el enemigo fue una ideología perversa, no tanto los soldados alemanes-, sin toscos alegatos idealistas y con una perspectiva nítidamente abierta a la trascendencia, lleva el relato hacia una confrontación moral entre sistemas de valores, y enfoca el heroísmo en plano corto, en el hacer lo que hay que hacer en lo que a cada uno le toca vivir. Es épica, sí, pero no de la guerra como tal, sino de esos inauditos arranques de virtud que a veces provoca.

Es verdad que la segunda mitad de la película no tiene la fuerza de la primera, y que el epílogo carga un poco la mano en lo sensiblero, y que a veces el guión de Robert Rodat no saca todo el partido a sus personajes… Pero esto es peccata minuta en comparación con la rotunda capacidad narrativa y la compleja planificación -plagada de tomas cámara en mano y pasajes ralentizados- de la puesta en escena de Spielberg, con los continuos alardes del montaje de Michael Kahn, con la sugestiva desaturación del color y los potentes contraluces de la fotografía de Janusz Kaminski, con el sutilísimo subrayado de la partitura de John Williams, con el impecable trabajo de ambientación, vestuario y efectos especiales, con las espléndidas interpretaciones de todo el reparto, desde el hiperrealismo inicial hasta el casi surrealista desenlace…

En fin, que Spielberg, con esta magistral síntesis superadora del mejor cine bélico de la historia, ha vuelto a dar de lleno en la diana, y ha puesto las cosas muy difíciles a cualquiera que quiera ganar algún Oscar en la ceremonia del próximo marzo.

Jerónimo José Martín

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.