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La piel que habito

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Violencia, Sexo

ESTRENO02/09/2011

Vera es una joven encerrada en el sótano de un caserón. El doctor Robert Ledgard vigila sus movimientos por circuito cerrado de televisión. Prestigioso cirujano plástico, Robert ha desarrollado una técnica transgénica para crear piel artificial, en lo que se diría un homenaje a su esposa, carbonizada en un accidente de coche.

¿Primer acercamiento de Pedro Almodóvar al cine fantástico? En realidad, el único género que cultiva el manchego es el almodovariano, que no se parece a ningún otro: lo suyo es el culebrón con rasgos propios e irrepetibles. Por ello, decir que el film adapta la novela Tarántula de Thierry Jonquet o que revisita el mito prometeico no es decir mucho.

El problema de Almodóvar –que para algunos no lo es– es que vive encerrado en un mundo de exagerados sentimientos, desgarrados pero epidérmicos. No hay hondura en los temas que trata, y ello lo disimula con tramas alambicadas y retorcidas, y con su talento para la puesta en escena. Pero rizando el rizo, el director nos lleva a situaciones imposibles que provocan bochorno, y los actores han de seguirle el juego.

¿Exageramos al hablar de superficialidad? Un personaje alude a los reparos bioéticos a las técnicas de Ledgard, pero suena a impostado. Ciertos comportamientos se explican con una vaga referencia a la locura de nacimiento. Otro comete una violación, pero acabamos simpatizando con él ante la venganza orquestada por uno de los ofendidos. La posibilidad de cambiar de sexo no da pie a reflexionar sobre la identidad sexual.

Como en su película anterior, Los abrazos rotos, Pedro Almodóvar se apresta a recopilar ideas que le hemos visto en otras ocasiones: personajes retenidos contra su voluntad, transformismo, muertes traumáticas del pasado, violaciones…

Lo que se echa en falta –excepto en una breve escena con Agustín Almodóvar– es el sentido del humor, demasiado ausente, a no ser que lo que parece humor involuntario sea en realidad buscado.

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