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Basada en una novela del prolífico Michael Conelly, este cuidado thriller judicial tiene fuerza y está bien interpretado. Recupera a Matthew McConaughey, un actor que brilló en títulos como Lone Star o Thirteen Conversations About One Thing (Vidas contadas).

McConaughey, un buen actor de 43 años venido a menos, vuelve a mostrar su carisma interpretando a un abogado criminalista astuto y poco ortodoxo que usa un coche como oficina. El asunto es turbio: el proceso judicial contra un joven adinerado acusado de agredir brutalmente a una prostituta, en lo que parece un montaje para sacarle todo el dinero posible. Pero hay una decidida voluntad de no ser brutal en el retrato de la miseria moral de algunos personajes. Y la trama familiar paralela no está mal.

Furman (The Take, 2007) dirige bien, sin alardes, sin titubeos, con una puesta en escena que sabe escapar del aire televisivo que suele tener este tipo de historias de juzgado con salidas a la calle para buscar pruebas. Se me viene a la cabeza una de las películas judiciales más asombrosas que recuerdo, Anatomía de un asesinato, del maestro Preminger, obligada para los amantes del género.

De la porcelana fina vuelvo a la loza para poner un par de pegas: el estilismo del personaje de William H. Macy es de chiste y lo de los moteros con chupa de cuero también.

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