Director: San Mendes. Guión: David Self. Intérpretes: Tom Hanks, Paul Newman, Jude Law, Jennifer Jason Leigh, Stanley Tucci, Daniel Craig, Tyler Hoechlin. 116 min. Jóvenes-adultos.
Estados Unidos, 1931. Depresión económica y Ley Seca. En Rock Island, cerca de Chicago, domina la mafia irlandesa, liderada por John Rooney (Paul Newman). Michael Sullivan (Tom Hanks) es su hombre de confianza; de hecho, John le considera como a un hijo, máxime cuando su propio hijo, Connor, carece de su inteligencia, lealtad y carácter. Una noche, el hijo mayor de Sullivan descubre que su padre es un asesino: le ve matar a varios hombres para defender a Connor. Éste, que no quiere dejar testigos, intentará eliminar a la familia Sullivan.
En principio, esta versión de un cómic de 1998 es otra lineal historia de gangsters. Y sin embargo, lo que cuenta Sam Mendes (American Beauty) no es nada corriente: solo se ve funcionar una vez a la famosa metralleta de Tom Hanks, la mayoría de los tiroteos tienen lugar fuera de campo… En realidad, Camino a la perdición relata un viaje iniciático hacia la salvación en el que un padre y su hijo se conocen y reordenan sus vidas. Y trata también del drama de dos hombres que se aprecian, obligados a enfrentarse para salvar a sus propios hijos.
La película roza la perfección formal, sobre todo en su cuidadísima ambientación, que nunca da sensación de artificiosidad. También destacan la lujosa fotografía de Conrad L. Hall -en la que priman los tonos apagados-, y una esmerada planificación, que permite numerosas secuencias antológicas. Y, por encima de todo, unas interpretaciones magníficas de todo el reparto. Frente a la imponente presencia de Paul Newman, Tom Hanks ofrece un inagotable repertorio de registros. Y también están espléndidos los demás actores. Camino a la perdición es, en fin, una gran película, también por la humanidad de sus personajes y emociones, que suaviza su opresiva y parcial visión del catolicismo.
Fernando Gil-Delgado