Una nueva historia fruto del mundo galáctico creado por George Lucas, esta vez spin-off del carismático personaje interpretado por Harrison Ford, Han Solo. Ideal para los fans de Star Wars.
No es una más de superhéroes, porque esta vez los directores arriesgan y sorprenden para explotar al máximo la acción y las historias de los personajes.
El octavo episodio de la saga lleva el aliento de la trilogía original, con una certera realización y unas interpretaciones que destacan la hondura de los personajes.
Denis Villeneuve ha conseguido una digna secuela de la obra maestra de 1982, con estilo y temas de fondo actuales, aunque sin alcanzar el nivel de la película original.
La tercera entrega de la nueva saga es una fantasía distópica por encima de la media, brillante en el aspecto técnico y con apuntes interesantes sobre la grandeza y la miseria de la condición humana.
Sin sus poderes, por primera vez, Lobezno es verdaderamente vulnerable. Después de una vida de dolor y angustia, sin rumbo y perdido en el mundo donde los X-Men son leyenda, su mentor Charles Xavier lo convence de asumir una última misión: proteger a una joven que será la única esperanza para la raza mutante.
Naves extraterrestres llegan a la Tierra, y una científica debe averiguar si vienen en son de paz. Tres cuartos de obra maestra con un final que no está a la misma altura.
La tercera entrega de los X-Men en su versión “joven” es un film entretenido, sin más: la acumulación de superhéroes dándose de bofetadas siempre es resultona.