Steven Spielberg ofrece esta vez una película de ciencia-ficción, divertida y ochentera. Después de llevar a la pantalla algunas historias más “serias” como Los archivos del Pentágono, Spielberg vuelve a sus inicios con Ready Player One, una obra nostálgica que conecta con Indiana Jones, E.T. o Los Goonies.

Ready Player One narra la historia de Wade Watts, un joven cada vez más obsesionado con la realidad virtual y el mundo oscuro que se esconde detrás de ella, llamado OASIS. Antes de morir, el creador de OASIS, Halliday, deja un huevo de oro escondido en ese mundo infinito e inventa varias pruebas imposibles de superar para llegar hasta él. El ciudadano que lo encuentre heredará una fortuna y el propio mundo de OASIS. Es el año 2045.

La película es una adaptación del best seller homónimo que Ernest Cline publicó en 2011 y, aunque son muchas las diferencias entre el libro y la cinta, Spielberg consigue transmitir la misma esencia, con un dilema actual que resulta interesante plantearse: ¿es real la identidad del mundo virtual?; ¿dónde están sus límites?

La atmósfera ochentera que rodea la cinta nos llega, tanto a través de la música de la época, con Blondie y Wham!, como a través de personajes como Rex, Chuky –el muñeco diabólico–, el Gigante de Hierro o las niñas de El resplandor. Está claro que una de las muchas virtudes de Steven Spielberg como director es la capacidad de trasladarnos a cualquier época y mundo ficticio. Lo comprobamos cuando creímos que un extraterrestre podría ser nuestro mejor amigo con E.T., o cuando nos convenció de que el mundo sería mejor si John Anderton capturaba a los futuros asesinos en Minority Report. Ahora nos traslada a OASIS, un mundo de realidad virtual creado por un científico loco en el que la gente es capaz de morir –literalmente– por encontrar el huevo de oro.

Casi todo es armonioso en Ready Player One, empezando por la interpretación de los jóvenes Tye Sheridan y Olivia Cooke, conocidos por X-Men y La señal respectivamente. Ambos forman un dueto atractivo, futurista y convencional a su vez, que funciona de maravilla. Más aún, cuando coinciden en secuencias con Mark Rylance, un actor que suele trabajar muy bien con Spielberg (El puente de los espías o Mi Amigo El Gigante). Por su lado, la fotografía consigue ir totalmente de la mano con la historia, algo que resulta ser muy complejo: ¿cómo transmitir visualmente una historia ambientada en 2045 con estética de los ochenta? Una mezcla de pasado y futuro lograda con colores llamativos y una impecable generación de imágenes por ordenador.

Sin embargo, la historia plasmada en la gran pantalla resulta demasiado extensa: en la primera media hora de película se utilizan tantas referencias para ambientar al espectador en el mundo de OASIS, que parece que el conflicto no va a arrancar nunca.

Por otra parte, esta vez ha faltado John Williams en la banda sonora; una carencia para una película que aspira a ser un clásico de Spielberg.

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