Martyn Drakard

Los líderes africanos no han quedado indiferentes ante el discurso pronunciado por Obama en Ghana, con su mensaje de que el desarrollo depende del buen gobierno.
A pesar del continuo flujo de ayuda extranjera de los países ricos, África no despega. Algunos empiezan a plantearse si no sería mejor ir reduciendo la ayuda y buscar otros modos de estimular el desarrollo.
Un año después de la ola de violencia que siguió a las elecciones presidenciales, el acuerdo alcanzado luego para el reparto del poder ha logrado evitar los choques, aunque los problemas siguen ahí.
En Kenia han visto la victoria de Obama como el triunfo de un hijo de la tierra y el comienzo de una nueva era en las relaciones con África. Pero Obama es el producto de una cultura distinta.
Catorce años después del genocidio, Ruanda es un país estable y en paz. Aunque sigue siendo muy pobre, comienza a desarrollarse con vigor.
La OMS prepara un código de buenas prácticas sobre la contratación internacional del personal sanitario.
Cuatro provincias africanas no irán a la Conferencia de Lambeth que reúne a la Comunión Anglicana.
Principio de acuerdo entre los políticos, que piden a sus seguidores el abandono de la violencia.
El país parece volver a la normalidad, pero la tensión sigue.
Más que un choque étnico, se trata de la rebelión de buena parte de la población de los barrios pobres que se siente estafada.
Buena parte del dinero donado para ayuda al desarrollo no llega a su destino, explica un libro reciente.
El interés de las familias suple en parte la falta de medios en escuelas desbordadas.
La distribución gratuita de mosquiteras con insecticida logra una reducción significativa de muertes de niños.
China, necesitada de materias primas, muestra gran interés por Africa. Los líderes africanos se preguntan si esta presencia china será una reedición del colonialismo o una fuerza para el despegue del continente.
Análisis

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