El movimiento pro familia es consciente de que para fortalecer el matrimonio no basta con plantar cara a los debates controvertidos. Es preciso, además, construir en positivo y enseñar a vivir el matrimonio a los que desean casarse… y a los que ya lo están.
Si se define el matrimonio por características no esenciales, es difícil no aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Stephen J. Heaney propone volver a una auténtica idea del matrimonio.
En la cultura actual ha calado una visión del matrimonio basada solamente en la afinidad de la pareja. Esta nueva versión del amor romántico ha dejado a niños y a adultos expuestos a un mayor riesgo de inestabilidad, sufrida especialmente por los sectores sociales con menos recursos.
Ante la afirmación de que el matrimonio es un bien social pensado sobre todo para proteger a los niños, cabe el riesgo de pensar que la satisfacción de los adultos es algo irrelevante. Si esto fuera cierto, dice David Lapp en Public Discourse, los adultos podrían objetar por qué la sociedad les trata como medios y no como fines.
Frente a los que dicen en EE.UU. que las leyes discriminan a los homosexuales por no reconocer el matrimonio gay u otras reivindicaciones, Frank Turek señala en townhall.com que el punto débil de estas argumentaciones es que no distinguen entre deseos y conductas.
Casarse pronto no resulta tan arriesgado ni añade más posibilidades de ruptura y, en cambio, contribuye a hacer las uniones más felices y duraderas, según las conclusiones de un estudio publicado por el Institute of American Values.
Los desfases educativos entre hombres y mujeres jóvenes en EE.UU. y los efectos de la política del hijo único en China están haciendo más difícil encontrar pareja para casarse en estos países.
Ante el sensacionalismo que acompaña a la noticia, Angela Kays-Burden propone dejar en paz a Woods y reflexionar sobre la calidad del propio matrimonio.
Aunque la ley asimile cada vez más el matrimonio y la pareja de hecho, la realidad sociológica indica que las parejas que cohabitan sin vínculo son más frágiles y más arriesgadas para la mujer.