Libertad de expresión y privacidad: las claves de la compra de Twitter por parte de Elon Musk

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Elon Musk

Elon Musk en TED el pasado 14 de abril (CC Steve Jurvetson)

 

Twitter lleva una semana hablando de sí misma. Y no es para menos. La red social acaba de ser comprada por el hombre más rico del mundo, el empresario tecnológico Elon Musk, al precio de 44.000 millones de dólares.

Musk se hace así con el control del 100% de la compañía que dejará de cotizar en Bolsa y que se suma a la extensa red de empresas millonarias del magnate: Space X (viajes espaciales para la colonización del espacio), Tesla (coches eléctricos), The Boring Company (excavación en infraestructura urbana), Hyperloop (transporte de muy alta velocidad) y Neuralink (desarrollo de interfaces cerebro-computadora).

Un genio extravagante

Nacido en Sudáfrica, Musk, de 50 años, estudió Física y Económicas en la Universidad de Pensilvania y se ha labrado una fama de ser un genio extravagante de dos caras. Por un lado, el éxito de sus compañías avala su talento tecnológico y su gestión empresarial. Por otro, sus apariciones en Twitter le han enfrentado contra sus propios accionistas y le han obligado incluso a ceder la presidencia de Tesla después de anunciar mediante la red social una retirada de la Bolsa que nunca se produjo.

La reputación de tener un carácter imprevisible no parece infundada: una semana antes de lanzar la oferta millonaria por Twitter, había asegurado en una entrevista que jamás daría un paso semejante.

Sin embargo, tras pasar los primeros meses de 2022 comprando acciones calladamente hasta hacerse con el 9% de la compañía, puso las cartas sobre la mesa. En un principio, Twitter hizo frente a la oferta y activó un protocolo conocido como “píldora venenosa”, que protege a los accionistas de opas hostiles o de cualquiera que quisiera hacerse con el control desde dentro.

A pesar del rechazo inicial, la compañía se abrió a escuchar la propuesta de Musk cuando este presentó su plan de financiación. La oferta ha contado con el apoyo de los accionistas y de los bancos de Wall Street y finalmente el consejo de administración ha cedido ante la cifra, que no admitía negociación y que exigía una rápida respuesta.

Con 217 millones de usuarios al día, Twitter es el principal foro online de discusión de ideas y un imán para periodistas y políticos. Sin embargo, no es precisamente la tecnológica más jugosa en términos de dinero comparada con otras también nacidas en Silicon Valley, como Instagram o Facebook.

Plaza pública para todos

“No me importa lo económico”, aseguró Musk en una reciente charla TED justo después de presentar su oferta.

Según Musk, Twitter se ha convertido en la plaza pública del mundo entero y hay que asegurarse de que en ella se garantice la libertad de expresión

Entonces, ¿para qué quiere el hombre más rico del mundo, supuestamente interesado en mandarnos a todos al espacio, hacerse con Twitter?

Según Musk, Twitter se ha convertido en la plaza pública del mundo entero y hay que asegurarse de que esa plaza sea inclusiva y que en ella se garantice la libertad de expresión.

La operación millonaria no es solo un movimiento histórico en la industria tecnológica, sino que alimenta con gasolina el fuego del debate sobre la libertad de expresión y las políticas de moderación en redes sociales que recorre el mundo entero y que está especialmente tenso en Estados Unidos.

Twitter fue la primera red social en adoptar medidas contra Donald Trump tras el asalto al Capitolio en 2021 y el expresidente sigue vetado de participar en la plataforma desde entonces. Una medida que ya abrió un debate sobre la libertad de expresión en la red y sobre la legitimidad de la compañía para tomar este tipo de decisiones.

Una vez considerada la meca de la libre expresión, los bulos sobre el covid-19 y el auge de los mensajes extremistas han sido algunos de los factores que han hecho que la red social apriete sus restricciones contra lo que considera discurso de odio y desinformación.

Por supuesto, nunca llueve a gusto de todos. Por algunos sigue considerada como una red con una vigilancia muy laxa y creen que la llegada de Elon Musk, que se ha definido a sí mismo como un “absolutista de la libertad de expresión”, abrirá la mano más todavía frente a mensajes de odio y que promueven la violencia.

Sin embargo, otros usuarios llevan tiempo acusando a la red social de tener un claro sesgo progresista que castiga el discurso de la derecha y que cada vez se alinea más con la denominada ideología woke y sigue los parámetros de la corrección política.

El poder de uno

Las acciones de la plataforma ante el conflicto en Ucrania, que ha señalado y censurado medios prorrusos, no han hecho más que alimentar la polémica y polarizar más las posiciones del debate.

En ese panorama, no es de extrañar que la noticia sobre la compra por parte de Elon Musk haya sido muy celebrada por algunos sectores, mientras que en paralelo se hacía viral el hashtag #RIPTwitter. La red se ha visto inundada desde entonces por discusiones sobre el anonimato en los foros online, amenazas de éxodo a otras plataformas, discursos sobre los límites de la libertad de expresión y, sobre todo, la pregunta de si una de las redes sociales más influyentes debería ser controlada por un solo hombre.

Y entre todo este debate se encuentra lo que Elon Musk realmente ha dicho que es, en realidad, bastante poco. El magnate ha insistido en que todo el mundo debe poder sentir que tiene libertad de expresión en la red social y que, para ello, ayudaría que el algoritmo de la plataforma fuese abierto para que todos puedan ver cómo se toman las decisiones. Además, Musk ha dicho que quiere acabar con las legiones de bots que promueven campañas de desinformación y que ha de haber una mayor claridad en las normas que rigen la conversación en la red.

Las ideas de Musk para Twitter no son necesariamente malas, pero todas son armas de doble filo

También ha asegurado que Twitter cumplirá la ley de cada país en el que opere. En Europa, esto significará sujetarse a la Ley de Servicios Digitales que acaba de nacer para obligar a las tecnológicas de más de 45 millones de usuarios a ser más transparente sobre los datos que alimentan sus algoritmos y a endurecer su regulación sobre los contenidos ilegales y la desinformación.

De hecho, el comisario europeo Thierry Breton, ha lanzado un tuit de aviso a Musk: “Ya sean coches o redes sociales, cualquier empresa que opere en Europa debe cumplir nuestras normas, independientemente de sus accionistas. El Sr. Musk lo sabe bien”.

El petróleo de Silicon Valley

La realidad es que, sobre el papel, las ideas de Musk no son necesariamente malas, aunque todas son un arma de doble filo. Un algoritmo abierto, por ejemplo, también facilitaría la manipulación de la red por aquellos cuyos intereses no sean tan legítimos.

La cuestión es que Musk tiene problemas para concretar cómo va a llevar a cabo esas medidas y, a pesar de su insistencia en que su interés es la protección de la democracia, es vago a la hora de explicar cómo va a garantizar que sus intereses económicos e ideológicos no vayan a jugar un papel en el futuro de la plataforma.

Y no hay que olvidar que, en un análisis menos utópico de los intereses reales de la compra de Twitter, hay quien señala que Elon Musk es un magnate de la industria tecnológica y que la adquisición de Twitter le da acceso al petróleo de Silicon Valley: los datos.

El tratamiento de los datos de los usuarios que la red social pueda hacer a partir de ahora es también un debate que ha surgido y que ha avivado la preocupación sobre la privacidad en la red.

En definitiva, más allá de Twitter, la operación de Musk encierra un debate complejo y con muchas aristas que podría redefinir desde el futuro de la industria tecnológica hasta los criterios para regular un valor fundacional de las democracias como la libertad de expresión.

Lo que muchos se preguntan es si ahora ese futuro está en manos del hombre más rico del mundo o, por el contrario, si quizá se está haciendo una lectura exagerada de la adquisición y, en realidad, solo Twitter está hablando de Twitter.

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