Una gran mayoría de los diagnósticos prenatales de síndrome de Down terminan en aborto. En buena parte, por ideas y prácticas erradas o poco transparentes.
La petición –jurídicamente no vinculante– para que los países europeos califiquen al aborto como un derecho fundamental indica el nerviosismo ante la resistencia provida.
La periodista Madelaine Teahan cuenta todo lo que le ha aportado su hermana, que padece esta enfermedad, y pide un cambio en la ley del aborto británica.
Convertir el aborto un derecho constitucional, como se ha hecho en Francia, supone imponer a otros el deber de eliminar al no nacido a demanda de la gestante.
Varias universidades católicas de EE.UU. cuentan con programas de apoyo a estudiantes embarazadas, para que no abandonen su formación ni, en casos extremos, recurran al aborto.
El Tribunal Constitucional español avala la ley de plazos afirmando que existe un derecho a abortar, aunque no puede explicar por qué entonces no lo hay en todos los casos.
El aval del Tribunal Constitucional español a la ley de plazos del aborto muestra hasta qué punto el concebido por nacer ha pasado a ser el gran olvidado en este debate.
Sin necesidad de condenar a nadie, es ineludible que el debate sobre el aborto suscite una valoración moral. Lo que amplía la libertad es el conocimiento, no negarse a mirar la realidad.
Con la sentencia del Supremo en EE.UU., vuelven las críticas al movimiento provida por su supuesto fanatismo y misoginia. Pero muchas iniciativas en el país muestran una realidad bien distinta.
Una estudiante, copresidenta de Harvard Right to Life, apuesta por revitalizar en su centro la diversidad intelectual, recortada por la “cultura de la cancelación”.