Green Zone: Distrito protegido

TÍTULO ORIGINAL Green Zone

PRODUCCIÓN España - 2010

DURACIÓN 115 min.

DIRECCIÓN

PÚBLICOJóvenes

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Violencia

ESTRENO11/03/2010

El inglés Paul Greengrass se labró una merecida fama como documentalista y realizador televisivo antes de triunfar en el cine (Bloody Sunday, El mito de Bourne, El ultimátum de Bourne y United 93). En esas películas sentó las bases de su reinado dentro de un cine de ficción con trepidante factura de reportaje de guerra, siempre cámara en mano y con montaje epiléptico.

Ahora, aplica con éxito esa fórmula al propio género bélico con una adaptación del libro Imperial Life in the Emerald City: Inside Iraq’s Green Zone, de Rajiv Chandrasekaran, analista político y durante varios años corresponsal del Washington Post en Bagdad. Libro y película indagan en las razones -turbias, según sus autores- que impulsaron a Bush a iniciar la invasión de Irak. Y lo hacen a través de las angustiosas andanzas en 2003 del subteniente Roy Miller, que dirige en Bagdad uno de los comandos norteamericanos encargados de encontrar las armas de destrucción masiva (ADM) que supuestamente tenía Saddam Hussein. Cuando Miller sigue la pista de un gerifalte del derrocado régimen, entran en escena un agresivo tiburón de Washington, un veterano agente de la CIA y una periodista que ha sido pieza clave en la creación de una opinión pública favorable a la intervención armada.

Aunque la película se centra sobre todo en las acciones bélicas, va desgranando con habilidad sus análisis político-sociológicos, muy críticos con Bush y su gobierno, a los que acusa de mentir respecto a las ADM y de ignorar la complejidad social y religiosa de Irak. Como siempre en Greengrass, las interpretaciones son excelentes, lo que, unido a una puesta en escena sin respiro, sumerge al espectador en el caos de polvo, sudor y sangre que envuelve a los personajes. La experiencia es estimulante, aunque algo epidérmica, pues tanta inmediatez narrativa acaba cansando un poco. Quizá va siendo hora de que Greengrass use también algunos recursos menos hiperrealistas y más peliculeros, como hicieron, con muy buenos resultados, Zwick en Diamantes de sangre, o Scott en Red de mentiras.

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