Premio al mejor director en Cannes para un realizador danés de 41 años que convierte una novela corta de argumento sencillo –un conductor especialista de cine que, ocasionalmente, se alquila para atracos– en una película notable. Simplemente enriqueciendo el liviano guión con un estilo visual de muchísima fuerza y personalidad, una música impecable y, sobre todo, dos personajes-intérpretes capaces de aguantar lo que les echen.

Dice Winding Refn que lo que ha querido construir es un western… y mucho de eso hay. Drive es un western crepuscular protagonizado por un llanero solitario –inmenso Ryan Gosling– que vaga por la vida sin sentido hasta que lo encuentra en la sonrisa tímida de Carey Mulligan, en el afecto de una familia que él no ha tenido, en la mano que le acompaña a cambiar de marcha… Y, como pasa en los westerns, este hombre hasta entonces indolente se transformará ante la amenaza de la pérdida. Porque los hombres del Oeste pueden morir, pero no dejan que les roben.

Un pero: la extremada violencia de la segunda parte de la película. El director la justifica diciendo que “como la historia de amor es tan pura, la violencia tenía que ser explícita para equilibrarla”. No estoy de acuerdo; esa brutalidad gráfica me “liquida” la cinta 40 minutos antes del final. Y es una pena, sobre todo cuando Gosling y Mulligan me habían convencido ya de que la redención existe y de que siempre hay un camino de vuelta a casa.

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