La atención exclusiva a lo que sucede en los extremos de la sociedad puede pasar por alto un fenómeno todavía más tóxico: la mezcla entre una elevada desigualdad y una débil clase media.
La izquierda y la derecha no se ponen de acuerdo sobre las razones que convierten a la desigualdad de ingresos en un lastre social. Los diagnósticos ponen el acento en la lucha contra la pobreza o en el ideal de mayor equidad.
El creciente protagonismo de las emociones en la sociedad contemporánea ha traído aspectos positivos como el replanteamiento de las relaciones entre mujeres y hombres o entre padres e hijos. Pero también ha agudizado ciertos problemas en la vida social y política.
La emigración supone una fragmentación de la familia, con repercusiones en los más jóvenes y los ancianos que quedaron atrás. Las iniciativas para atenuarlas son escasas.