Las casi seis décadas de conflicto han dejado una huella perversa: la de miles de niños combatientes. Hoy, la prioridad es la prevención y la reinserción.
La desigualdad entre los jóvenes y las generaciones de más edad, agravada por la falta de empleo estable, se traduce en fuertes diferencias de ingresos y oportunidades.
La generación en edad de incorporarse al trabajo está más formada que las anteriores, pero el mercado laboral no la está recibiendo con los brazos abiertos.
Crecen los hogares que invierten en el alquiler, el préstamo o la hipoteca una gran parte de sus ingresos. Las noticias son especialmente malas para los jóvenes que quieren formar una familia.
La mayoría de los jóvenes aprecian el matrimonio, pero las dificultades para encontrar trabajo estable y vivienda asequible, más el temor al compromiso y al fracaso, les retraen de casarse.
El alto porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan se debe no solo a la atonía del mercado laboral, sino también a la poca preparación de muchos de ellos.
La necesidad del contar con los padres para abortar, la subida de la edad de consentimiento sexual y de la edad para contraer matrimonio, son las propuestas del gobierno.