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Poca “fuga de cerebros”, mucha temporalidad

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El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado un informe sobre la inserción de los titulados universitarios españoles en el mercado laboral. Los datos se refieren específicamente a los egresados durante el curso 2009/10, es decir, aquellos que terminaron sus estudios en plena crisis. La muestra (unas 30.000 personas) se desglosa por carreras cursadas y por edad, por lo que es posible comparar la “empleabilidad” de cada segmento de alumnos.

Según el informe, de los titulados en 2010, cuatro años después estaban sin trabajo el 19,2%. Hay que recordar que, según las últimas estadísticas de la OCDE, el paro entre los que se habían quedado en la etapa secundaria obligatoria o en la postobligatoria era en 2014 del 37% y 26% respectivamente. Entre las carreras con menores índices de paro dominan las ingenierías (electrónica, aeronáutica, informática), aunque también aparecen Medicina, Investigación y Técnicas de Mercado, Fisioterapia o Ciencias de la Música, todas por debajo del 8%. En el lado opuesto (por encima del 30%) están casi todas las filologías (la alemana, la que menos), Geología, Ciencias del Mar, Historia y Bellas Artes.

La temporalidad entre los universitarios, aunque menor que la de otros grupos, es alta, y no solo se circunscribe al primer empleo

De los graduados universitarios que terminaron la carrera en 2010 y cuatro años después no tenían trabajo, la gran mayoría lo estaba buscando. Solo un 6,5% no hacía ni una cosa ni otra, y de ellos más de la mitad continuaba estudiando. Como muestran análisis internacionales, la situación de inactividad (lo que comúnmente se conoce como “ninis”) es menos frecuente en los jóvenes españoles que en la mayoría de los de Europa y la OCDE, y no solo entre los titulados universitarios, sino en todos los niveles educativos. Por ejemplo, entre los que no han avanzado más allá de la secundaria obligatoria (un grupo bastante más numeroso en España que en el resto de los países del primer mundo), solo un 8% de los españoles se podría calificar como “nini”, por un 24% de los de la OCDE y un 22% de los de la Unión Europea.

Temporalidad: no solo la estación de salida

El informe del INE permite conocer de cerca la realidad laboral del graduado español titulado en plena crisis. La temporalidad es la marca más clara, y –a diferencia de otros países– no se limita a los recién graduados. Así, aunque más del 75% de los titulados encontraron trabajo antes de un año, un 34% seguía con un contrato temporal en 2014 y otro 12% estaba en prácticas. Un 43% disfrutaba de un contrato indefinido y un 10% dirigía su propia empresa o trabajaba de forma independiente.

Ingenieros y médicos son los graduados con menor tasa de paro cuatro años después de titularse

La temporalidad es más alta entre las mujeres (cerca del 40%) y más baja entre los mayores de 35 años (20%) –que debían de tener experiencia laboral antes de graduarse en 2010– y entre los que trabajan en el extranjero (26%). Por universidades, tanto la temporalidad como la tasa de paro son mayores entre los que han estudiado en instituciones públicas.

En cuanto a la duración de la jornada (a tiempo completo o parcial), el panorama es similar: más contratos a tiempo parcial entre las mujeres, los que trabajan en España, los menores de 30 años y los que estudiaron en universidades públicas.

Los que se marcharon a otros países

Otro dato interesante que ofrece el informe del INE es que de los titulados en 2010, un 7,7% (unos 15.200) residían en el extranjero cuatro años después. Su tasa de paro (16%) era tres puntos inferior a la de los que se quedaron en España. Los que vivían en Alemania o algún país de América tenían los índices de empleo más altos.

La “fuga de cerebros” solo afecta al 8% de los graduados, aunque es sustancialmente mayor entre los arquitectos y los ingenieros de caminos

El porcentaje de universitarios con contrato laboral en el extranjero es mayor para los hombres, para los menores de 30 años y para los titulados en determinadas carreras. Por ejemplo, fuera de España trabajaban uno de cada cuatro arquitectos e ingenieros de caminos con empleo, uno de cada cinco ingenieros químicos o de telecomunicaciones, y uno de cada seis ingenieros industriales. También tienen altos porcentajes los biólogos, informáticos y periodistas.

Incluso suponiendo que todos los universitarios expatriados hubieran abandonado España por la falta de un empleo bien pagado en su país de origen –cosa poco probable–, no cabe hablar de una preocupante fuga de cerebros, sobre todo si se compara con lo que ocurre en el resto de Europa.

Según datos de la OCDE, en 2011 algo menos de un tercio de los emigrantes españoles tenían estudios superiores (universitarios o similares), una proporción ligeramente inferior a la media europea. La tasa de emigración entre los más cualificados era del 3% en 2011, también por debajo de la mayoría de los países de Europa: Francia (5,5%), Italia (8%), Alemania (8%), Reino Unido (11%) o Irlanda (18%), el de porcentaje más alto junto con Rumanía.

Talento extranjero

No obstante, es probable que la “fuga de cerebros” se haya acentuado algo en España durante los últimos años. En 2013 abandonaron el país, además de casi medio millón de inmigrantes, 78.000 españoles, de los que 50.000 habían nacido aquí. Si presentaban la misma proporción de graduados superiores estimada en 2011, debieron de salir unos 23.500 de esa titulación. El saldo es aún más difícil de calcular, pues no se sabe el nivel educativo de los 32.000 nacionales expatriados que ese mismo año retornaron.

Además, según un estudio de la OCDE, entre 2008 y 2010 –antes de los peores años de la crisis–, un 14% de los españoles con estudios superiores expresaban su deseo de cambiar de país en caso de tener la oportunidad de hacerlo. Esto sugiere que no todos los expatriados españoles, ni siquiera los más cualificados, emigran por estricta necesidad. De hecho, como indica una investigación de 2012 publicada por el Real Instituto Elcano, el número de emigrantes españoles llevaba creciendo fuertemente desde 2004. En 2008 se frena el ritmo de salida de los autóctonos (nacidos en España), mientras que se acelera el de la emigración de retorno (inmigrantes afincados en España que regresan a sus países de procedencia).

El problema de la fuga de cerebros tiene otra cara: la capacidad para atraer talento extranjero. Según un informe de Gallup sobre la inmigración potencial, España sería uno de los países donde más crecería la población altamente cualificada si se hicieran realidad los deseos de emigración expresados por las personas encuestadas de todo el mundo.

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