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Dos Oscar a la mejor actriz –por Acusados (1988) y El silencio de los corderos (1991)– ha ganado la californiana Jodie Foster en su larga y brillante carrera delante de las cámaras. Y también mostró muy buenas maneras como realizadora en El pequeño Tate (1991), A casa por vacaciones (1995) y El castor (2011). Ahora, tras un tiempo centrada en la televisión, retorna a la dirección con Money Monster, un intenso thriller con la crisis económica de 2008 como telón de fondo.

Con su tono histriónico, ampuloso y prepotente, el showman televisivo Lee Gates (George Clooney) se ha convertido en uno de los más famosos y polémicos gurús de Wall Street. Hasta que, tras aconsejar encarecidamente un valor tecnológico, este se desploma de la noche a la mañana. Entonces, un joven inversor indignado, Kyle Budwell (Jack O’Connell), irrumpe armado en plena emisión en directo del programa y toma como rehenes a Gates, a su equipo y a su productora estrella Patty Fenn (Julia Roberts). Su pretensión es que Gates desvele ante las cámaras la oscura operación financiera que se esconde tras esa caída.

El arranque es magnífico, pues goza de una creciente progresión dramática, una inquietante planificación –con abundantes planos subjetivos– y unas impecables interpretaciones de todos los actores, especialmente del sobresaliente trío protagonista. Pero, en cuanto la acción sale del plató televisivo, el hechizo se rompe por culpa de un guion demasiado convencional, a menudo inverosímil y excesivamente fatalista, en el que, a pesar de los esfuerzos del reparto, los personajes se dejan gran parte de la cautivadora humanidad que habían mostrado en el arranque.

Jodie Foster no resuelve mal el desenlace de esta intriga a tiempo real, y mantiene siempre una puesta en escena de alto nivel y un montaje sin fisuras. Además, resultan certeras sus críticas a la especulación financiera y a la complaciente frivolidad de tantos medios de comunicación respecto a la moral del triunfo a cualquier precio. Sin embargo, esta vez no alcanza la hondura y personalidad de sus anteriores filmes como directora, y se queda lejos de otros títulos recientes similares, como Margin Call, The Company Men o La gran apuesta.

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