Tras ser asesinada y violada por un vecino, una niña de 14 años se asoma a ver lo que pasa abajo. Habría que preguntarse qué han visto el director y los guionistas de El Señor de los Anillos y King Kong en la novela homónima de Alice Sebold -que, con todos los respetos a Sebold, que padeció abusos siendo niña- me parece un material pobre, sensiblero y efectista, que como novela no pasa del aprobado.

Lo cierto es que Jackson la ha llevado al cine con un buen elenco y una realización esmerada. La película es aburrida y tediosa hasta límites insospechados, irrita la recreación parsimoniosa en el dolor de una familia que ha perdido a su hija. La profundidad -y por tanto la verdadera humanidad de los personajes- brilla por su ausencia y lo que queda es un ejercicio estético pedante y manierista, que probablemente buscaba el reconocimiento de la crítica y del público que aprecia el cine de autor. Pero ni una cosa ni la otra han sucedido. Un capítulo especial merece la pueril visión del más allá y de la providencia de la novela de Sebold y de la película de Jackson. Pero nos lo podemos ahorrar.

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