La cinta blanca

TÍTULO ORIGINAL Das weisse Band

PRODUCCIÓN Austria - 2009

DURACIÓN 145 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS,

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Sexo

ESTRENO06/10/2009

Esta película tremenda es un durísimo y despiadado relato, un cine hasta cierto punto parecido al del Bergman de los primeros 60 (Como en un espejo y Los comulgantes) pero sin esas ansias de ternura que describe Moeller magistralmente; un cine parecido al Gertrud del Dreyer septuagenario pero sin su inmensa misericordia.

La película -justa ganadora de la Palma de Oro en Cannes y de los premios del Cine Europeo en las categorías de película, director y guión- cuenta, en un blanco y negro estremecedor, la crónica cotidiana de un pueblo alemán del norte, de un luteranismo ominoso hasta la náusea, narrada retrospectivamente por un maestro de escuela ya anciano. Estamos en 1913 y se avecina la I Guerra Mundial. Los protagonistas son los niños, los hijos del pastor, del barón, del médico, de los granjeros, de la comadrona; que coinciden en el colegio y el coro, que dependen del pastor. Empiezan a pasar cosas extrañas y terribles que, poco a poco, toman el carácter de un castigo ritual. El ambiente se envenena, se hace siniestro e irrespirable.

La cinta blanca es, una vez más en la trayectoria de Haneke, cine devorado por el enfermizo sentido de la culpa propia y ajena, con una calidad formal impresionante (es claramente su mejor película), lograda con la ayuda de su equipo técnico habitual y un grupo de actores sensacionales.

Es el cine de un pagano perplejo, que a sus 67 años parece seducido por el misterio del mal y por la violencia en los que se ha engolfado y no parece dispuesto a salir. “Mi principal objetivo -señala Haneke- era presentar a un grupo de niños a los que se inculcan valores considerados como absolutos y cómo los interiorizan. Si se considera un principio o un ideal como algo absoluto, sea político o religioso, se convierte en inhumano y lleva al terrorismo”.

Haneke, preguntas sin respuestas

Cuando un colega (Fabien Lemercier) le dice que en la intriga hay más preguntas que respuestas, Haneke es categórico: “No hay nada que explicar. Mi principio siempre ha sido hacer preguntas, presentar situaciones muy precisas y contar una historia para que el espectador pueda buscar las respuestas por sí solo. En mi opinión, lo contrario es contraproducente. Los espectadores no son compañeros de trabajo del director. Me esfuerzo mucho para obtener este resultado. Me parece que el arte debe hacer preguntas y no avanzar respuestas que siempre me parecen sospechosas, incluso peligrosas”.

Me inquieta este planteamiento de Haneke: me parece, paradójicamente, manipulador, totalitario, integrista. Haneke es hijo de una Alemania (de unos políticos, de unos jueces, de muchos militares, de centenares de miles de ciudadanos con derecho a voto) en la que unos individuos, los nazis, para nada religiosos, pisotearon esos ideales absolutos de los que habla Haneke y consagraron el positivismo jurídico más atroz. Las víctimas de Hitler fueron fundamentalmente los judíos y los cristianos y ahí está, sin ir más lejos, el cine para mostrarlo.

Pero Haneke nos presenta, sin apenas contrapuntos ni matices, una imagen de Dios y de la religión que no es más que “un círculo mágico fuera del cual arrojamos todo lo que no concuerda con nuestros secretos”. Es el dios-eco del que hablaba Bergson, el dios de una religión cerrada, creado por completo, o casi, a partir de la función fabuladora, un dios de bolsillo, a fin de cuentas.

Haneke dice admirar a Bresson pero creo que no ha captado de qué va el cine del director de Diario de un cura rural: Haneke hace del ateísmo una mística y demoniza la religiosidad con un simplismo verdaderamente llamativo, compatible con una puesta en escena tan brillante que llega a ser hipnótica.

En fin, La cinta blanca, cine peleón, bienvenida sea, mejor que tanta tontada hueca. Los bobos -incluidos los bobos que firman críticas de cine- se apresurarán a repetir unos cuantos clichés. Estas son algunas de mis respuestas a las preguntas-trampa del mejor Haneke desde la notable Código desconocido.

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