El curtido director alemán Uwe Boll, responsable de producciones sobre oscuras mitologías, videojuegos y thrillers de terror zombies, afronta en esta ocasión una historia fantástica de ambiente medieval, pero muy asumible por sus valores de fondo. Peliculera y previsible, En el nombre del rey nos cuenta la historia de “El granjero”, un hombre familiar, trabajador incansable, que vive al margen de las guerras de su tiempo. Cuando los suyos son atacados por las hordas de los krugs, una especie de orcos al servicio de un malvado mago, decide implicarse en las luchas del Reino.
A partir del videojuego Dungeon Siege, y con un reparto variopinto en el que comparten cartel Jason Statham, Ray Liotta y Leelee Sobieski, Boll nos ofrece un cóctel de referentes en el que caben Shakespeare, El Señor de los Anillos y una docena de videojuegos. A pesar de sus lastres, de su arranque tedioso y de la candidatura de Leelee Sobieskii al Razzie a la peor actriz, la película mejora a lo largo del metraje. Los personajes van creciendo, el guión nos reserva algún giro de interés y escenas de acción resueltas correctamente, aunque sin dejar de ser copias de tantas que ya hemos visto en otros filmes.
La película es, sin embargo, muy nítida en sus propuestas: exalta la responsabilidad histórica, la lealtad absoluta, la honestidad en el trabajo, y crítica el poder como una enfermedad que lleva a la locura. Se trata de un film de héroes y heroínas de cuño clásico, con los ingredientes más posmodernos: ejércitos interraciales, mujeres adelantadas a su tiempo y referencias indistintas a “Dios” o a los “dioses”. En cualquier caso, y a pesar de la aparatosidad de las escenas bélicas, es una cinta que con gusto puede disfrutar el público adolescente.
