Un par de jóvenes delincuentes de color roban el coche a un joven matrimonio blanco. La mujer, histérica, desconfía de todos los no blancos y ofende al cerrajero de su casa -hombre de color de origen latino- y al personal doméstico, todos ellos latinos. Un policía blanco racista abusa de su autoridad al parar y registrar de forma humillante a un matrimonio negro y es humillado a su vez por la secretaria del centro médico, mujer de color. Un comerciante iraní no entiende que le llamen árabe, y desconfía del cerrajero, porque es de color. «Crash» se ocupa de dejar bien claro tres cosas: no vivimos solos; todos tenemos prejuicios, y los prejuicios impiden ver la realidad que tenemos delante.

Paul Haggis, guionista de «Million Dollar Baby», llega a la conclusión de que «tenemos que estrellarnos [‘crash’] con alguien para darnos cuenta de que está ahí». La película presenta unas horas, no muchas, en las vidas de diferentes personajes, blancos, negros, amarillos, tostados, policías, ladrones, importantes políticos y pequeños comerciantes. Todos son auténticos, y están cargados de prejuicios sobre las otras comunidades; usan un lenguaje normal, dicen lo que piensan y son políticamente incorrectos. Todos reaccionan de modo natural ante las situaciones que les toca vivir. Todos provocan la simpatía del espectador.

Paul Haggis pasa de un personaje a otro con facilidad, lo que en algún momento recuerda a «Grand Canyon». Los encontronazos son tremendos y crean unas situaciones dolorosas pero sanas, de las que curan. Por ello todos los que siguen vivos al final de la historia no son más felices, ni más sabios, pero son mejores personas. Sin estropear la historia, se puede decir que, aunque la mayoría de las secuencias son memorables, hay un par de momentos antológicos: la historia de la niña, hija del cerrajero, y un rescate policial.

Fernando Gil-Delgado

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