Jerónimo José Martín

Película de suspense, un tanto cargada de violencia, en que Shyamalan vuelve a lucirse en la creación y el mantenimiento de una atmósfera angustiosa.
Adaptación de la serie japonesa de dibujos animados, en la que se ha incluido acción real interpretada por actores de primera fila. Es un buen producto familiar, que exige aceptar el singular planteamiento estético de los Wachowski en esta ocasión.
El veterano Gutiérrrez Aragón afronta con valentía e inteligencia la perversidad del terrorismo etarra en una película de buen nivel.
Interesante thriller policiaco, pero el buen trabajo del director y de los actores no logran que remonte los defectos del guión, que cae en tópicos.
Vuelta al pueblo donde se rodó una película hace treinta años. Muy interesante, pero esta vez, Philibert no alcanza la altura de su memorable Ser y tener.
Esta premiada ópera prima del joven israelí Eran Kolirin recrea las desventuras de la banda de la Policía de Alejandría en un pueblo perdido de Israel.
Excelente comedia de animación con guión ágil, llena de personajes entrañables y diálogos hilarantes.
Un atentado contra el presidente de Estados Unidos desencadena la acción de este entretenido thriller, que no queda redondo porque los conflictos de los personajes resultan demasiado simples.
Esta película desarrolla una bella historia de amistad, lealtad, traición y redención, elogiosa de la sincera religiosidad musulmana de los personajes, y ponderada en su repaso realista de la dramática historia reciente de Afganistán.
Buenos efectos especiales, buenas interpretaciones y un guión que empeora el álbum original de Uderzo y Goscinny.
La cuarta película de Rambo mezcla muy bien los ingredientes habituales de la serie, esta vez con un toque pesimista y un exceso de violencia.
Junto a las estatuas de Buda que destruyeron los talibanes, una niña afgana es protagonista de una historia que sirve de denuncia contra el fundamentalismo de aquel régimen.
Bardem no logra sacar todo el partido a las posibilidades del cómic de Ibáñez y a menudo recurre a gags de bajo nivel.
Con su caleidoscópico relato de minihistorias entrañables, todas muy bien interpretadas, Labaki se gana el corazón del espectador.
Indigesto cóctel de realismo sucio al estilo de Hijos de los hombres, crítica del cientifismo y la manipulación genética a lo Gattaca, efectismos visuales a lo Matrix, expresionismo vampírico a lo Underworld y misticismo esotérico anticatólico como en El Código Da Vinci.
El intento de adaptar al cine la novela de Garía Márquez no logra recoger ni su realismo mágico ni su desmesura melodramática. Y eso a pesar del extraordinario equipo que ha hecho esta película.
El periplo por China de un ingeniero italiano y su intérprete da pie a mostrar la realidad del comunismo en aquel país.
Entretenida y trepidante, con guión tan infantil, esquemático, superficial e inverosímil como el de la primera entrega.
Tres ardillas traviesas, parlantes y cantoras, caen en casa de un joven compositor y le ayudan a salir de su crisis creativa.

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