La imagen de Juan Pablo II es la de un anciano a punto de cumplir 83 años, cansado y sufriente. Cada aparición pública despierta tanta admiración por su coraje como piedad por su debilidad. ¿Por qué continúa? ¿No sería mejor que dimitiera? Si está mandado que los obispos presenten su renuncia al Papa a los 75 años, ¿no sería oportuno que el Obispo de Roma siguiera el mismo criterio?
En su juicio sobre la biotecnología, Fukuyama está lejos tanto de la visión apocalíptica como de la confianza ciega en la experimentación científica, y aporta una dosis adecuada de realismo político.
El riesgo de escándalo se ha convertido en uno de los gajes del oficio de los hombres públicos, y en un arma más contundente que el debate político para desacreditar al adversario.