Oficiales poco caballeros

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Contrapunto

La historia es dramática. Jóvenes que sufren agresiones sexuales dentro de la institución a la que han ido a formarse. Víctimas que no se atreven a hablar por temor a salir perdiendo. Jefes que hacen oídos sordos ante las denuncias, para no dañar el buen nombre de la institución. No, no hay ningún cura ni obispo por medio, aunque la historia transcurre en Estados Unidos. El escenario es la Academia de la Fuerza Aérea, en Colorado Springs, y las víctimas son mujeres cadetes que denuncian haber sido violadas casi como si fuera un rito de paso de su incorporación al Ejército.

El escándalo estalló el pasado enero, cuando una cadete de la Academia se dirigió a la prensa para denunciar que había sido violada por uno de sus instructores (alumno de un curso superior). A medida que los medios de comunicación investigaban, las lenguas se desataban e iban apareciendo más víctimas.

Incluso mujeres que habían pasado por ese trance advertían a las más jóvenes que allí las reglas eran diferentes que en la calle, y que más valía no denunciar una violación si se quería hacer carrera. Algunas que denunciaron la agresión, aseguraban que sus jefes desdeñaron su testimonio; en algún caso la víctima fue sancionada por conducta inapropiada; y lo excepcional es que hubiera una condena del agresor. En suma, «tolerancia cero»… para las víctimas.

Cuando el escándalo alcanzó los titulares periodísticos, la Fuerza Aérea realizó una inspección de la Academia. La inspección dio lugar a investigar denuncias de 54 casos de agresión sexual o violación ocurridos durante los últimos diez años. Pero el propio secretario de la Fuerza Aérea, James Roche, reconoce que el número de agresiones es probablemente bastante mayor, ya que no pocas mujeres tenían miedo o vergüenza de denunciar los abusos.

La Academia de la Fuerza Aérea empezó a aceptar mujeres en 1976, y en los últimos diez años han pasado por allí 1.500 mujeres cadetes. En ese tiempo dos cadetes fueron llevados ante un tribunal acusados de violación; uno fue absuelto, el otro se declaró culpable. En otros casos, se tomaron medidas administrativas, porque no había pruebas para enjuiciar al acusado.

Las conclusiones preliminares de la inspección realizada por la Fuerza Aérea dan a entender que el ambiente y los valores de la Academia se han ido apartando cada vez más de las pautas aceptables en el resto de la Fuerza Aérea. No, por Dios, ni el New York Times se atreve a generalizar, y menos en estos tiempos de guerra.

El senador por Colorado Wayne Allard afirma que «todo el sistema legal y de asesoramiento de la Academia parece haber fallado». ¿Será que impera la cultura del secretismo en una institución que se enorgullece de su «código de honor»? Menos mal que a los «oficiales y caballeros» no se les exige el celibato, porque entonces ya sabríamos dónde está el origen de los males.

Pero algo hay que cambiar en la Academia. Un posible cambio anunciado es separar a las mujeres cadetes de los hombres en los dormitorios. La inspección piensa que agrupar a las mujeres en dormitorios solo para ellas les daría mayor seguridad. Este descubrimiento puede parecer poco novedoso, e incluso tradicional, pero hay que tener en cuenta que hasta ahora la palabra clave era «integración», lo mismo para todos y todas, sinónimo de igualdad. Ahora, en cambio, se trata de aplicar lo de juntos, pero no revueltos. Como dice un general inspector sobre el ambiente de la Academia, «ahora el clima es tal que los hombres ven a las mujeres en circunstancias demasiado íntimas» y tal proximidad «erosiona la dignidad de la interacción entre hombres y mujeres». Ni mi abuela materna lo hubiera dicho mejor.

Ignacio Aréchaga

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