El caso de una joven de EE.UU. con un tumor cerebral que optó por el suicidio asistido ha recibido gran atención mediática. Poco se habla, sin embargo, de una alternativa de esperanza para los enfermos terminales: los cuidados paliativos.
Un experto holandés que impulsó la aplicación de la eutanasia en su país ha cambiado de postura y aconseja a los lores británicos que no aprueben la ley de “muerte asistida”.
A pesar de la derrota electoral del Partido Quebequés, que iba a aprobar una ley de suicidio asistido, la cuestión aún no está ni social ni jurídicamente zanjada.
Una tetrapléjica, activista anti-eutanasia, expone la contradicción de proteger los derechos de los niños para abandonarles en las situaciones difíciles.
La hidratación y la alimentación por medios naturales no son tratamientos médicos, sino cuidados básicos que se deben proporcionar a cualquier enfermo.
Una encuesta realizada en Québec sobre un proyecto de eutanasia muestra que el apoyo desciende notablemente cuando se informa sobre las posibles consecuencias prácticas.
El proyecto aprobado en comisión por el Senado belga permite dar muerte a los niños que la pidan en caso de enfermedad terminal y con consentimiento de los padres.
La pérdida de autonomía en la vejez o la enfermedad se ve a veces como un menoscabo de la dignidad. Pero la dependencia y el cuidado son dos realidades recíprocas que enriquecen nuestro legado personal y social.