A la espera del estreno de The Beaver, la nueva película dirigida y protagonizada por su amiga Jodie Foster, que ya está rodada y donde interpreta a un hombre que solo se siente bien enfundado en un traje de castor, Mel Gibson vuelve a la actuación en este thriller dirigido por Martin Campbell, el director neozelandés cuyo mejor logro ha sido Casino Royale.

El guión, firmado por William Monahan (Red de mentiras, Infiltrados, El Reino de los Cielos), adapta una prestigiosa serie de seis capítulos de la BBC, emitida en 1985. Se cuenta el drama de un policía de Boston que se enfrenta a una investigación en la que está involucrada su propia hija, una brillante ingeniera, relacionada con misteriosos asuntos tecnológicos.

Casi desde el moroso comienzo, percibes que la película no va a funcionar. Y la culpa es del guión: la trama se estanca, está salpicada de diálogos forzados y de situaciones estiradas artificialmente, con profusión de personajes ridículos y sentenciosos y un uso pueril de la teoría de la conspiración y de la venganza al más puro estilo de las películas de Van Damme. Es un traje hecho de retazos de otras películas que se pone un actor solvente, sin el cual la cinta sería mucho peor. Con un presupuesto de 80 millones (el sueldo de Gibson es muy alto), no ha llegado a los 20 millones de recaudación en su estreno norteamericano.

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