Deuda de honor


Una versión de este artículo se publicó en el número impreso 88/15

Nebraska, años 1850. Mary Bee Cuddy es la orgullosa propietaria de un pequeño rancho. En su pequeña comunidad tres mujeres han perdido la razón y son un peligro para sí mismas y para sus familias. Hay que trasladarlas a Iowa, donde una piadosa mujer se ocupará de ellas. Ante la falta de otros candidatos, Mary Bee se ofrece a llevarlas. Para ayudarla en la travesía consigue la ayuda de Briggs, un viejo bribón al que ha salvado de la horca.

Hace ocho años Tommy Lee Jones dirigió Los tres entierros de Melquiades Estrada, un western moderno que apuntaba maneras. Desde entonces ha rodado un par de trabajos para televisión, uno de ellos también en clave de western. Ahora ofrece un western total, o casi. Digo casi porque el propio Jones ha declarado que no lo es, y con ello ha iniciado un debate sobre este género y sus claves. Lo cierto es que la película está ambientada en el Oeste, hay grandes espacios abiertos, caballos, indios, duelos… y el espíritu de los pioneros; pero hay que reconocer que es una historia distinta al western. En su origen está la novela de Glendon Swarthout, que también dio origen a aquel otro no western titulado Llegaron a Cordura, con el que Deuda de honor tiene más de un punto en común.

El duro viaje por las luminosas llanuras de Nebraska es un viaje interior que muestra a unos seres patéticos que intentan salir adelante. La pareja Swank-Jones brilla con luz propia, los personajes son auténticos, vulnerables y cometen muchos errores, pero también saben actuar de modo admirable.

Tommy Lee Jones se afirma como un director de buen pulso, mantiene el ritmo pausado, usa una fotografía brillante –gran trabajo de Rodrigo Prieto– y se inspira en los clásicos, en John Ford principalmente, y también en John Huston: la referencia a La reina de África es evidente.

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