En el invierno de 1820, cuando la caza de cetáceos era un gran negocio, el ballenero Essex, de Nueva Inglaterra, fue destruido por un gigantesco cachalote blanco, que dejó a la tripulación luchando por sobrevivir en medio del Océano Pacífico. Así se lo cuenta años más tarde uno de los supervivientes al escritor Herman Melville, que en 1851 transformaría esa historia en la inmortal novela Moby Dick.
El afán de realismo preside esta adaptación de la homónima novela de no ficción de Nathaniel Philbrick, que rectifica determinados enfoques de la obra de Melville y de la espléndida adaptación fílmica que realizó John Huston en 1956 con Gregory Peck de protagonista. Por eso, el guion de Charles Leavitt y la puesta en escena de Ron Howard (Una mente maravillosa, Apolo 13, Cinderella Man) equilibran muy bien las impactantes cazas de ballenas y las misteriosas embestidas del ajado cachalote blanco con la descripción del choque de personalidades entre el prepotente capitán George Pollard Jr. (Benjamin Walker) y su sacrificado primer oficial Owen Chase (Chris Hemsworth). Muestra así los peliagudos dilemas morales que sufren durante su lucha por sobrevivir y ofrece certeras críticas a la deshumanizada avaricia de los empresarios balleneros, a la vez que trata con respeto la tosca religiosidad cristiana de los balleneros, compatible a veces con ancestrales supersticiones.
El resultado no es quizás tan impactante y emotivo como se esperaba, y está por debajo de La vida de Pi, otro filme sobre supervivencia extrema en alta mar. Sin embargo, tiene una sostenida progresión narrativa y dramática, intensas interpretaciones, espectaculares efectos digitales, bellísimos paisajes y sugerentes reflexiones de fondo. Todo ello, maravillosamente envuelto por la vibrante y esmerada banda sonora del español Roque Baños.
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